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#Cine – Tempestad

Juan Carlos Hernández Rosete

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Ciudad de México, 31 de mayo de 2017

La segunda película de Tatiana Huezo es un film redondo. Como en su primer documental El lugar más pequeño (México, 2011), el trabajo con la imagen y el testimonio de las personas son elementos importantes. Como se puede apreciar en Reygadas y otros directores,  la imagen de espacios abiertos en el campo, de caminos, cañadas y montañas,  son como un discurso visual que expresa también el ambiente y la problemática de los lugares, de los territorios. En cuanto al trabajo o reconstrucción de los testimonios de sus personajes, los documentales de Tatiana son excelentes para apreciar la construcción de la empatía entre entrevistador y entrevistado, de la conformación del vínculo con las personas que le comparten alguna historia.

En Tempestad se abordan las historias de dos mujeres que pueden ser como las de otras miles que han pasado por los mismos infiernos desde que Felipe Calderón en el año 2006 metió al país en un conflicto bélico interior. Una historia es la de Miriam Carvajal, una joven de Cancún a quien su abogado de oficio le comunica que le tocó estar en el grupo de “los pagadores”, es decir, de los que fueron elegidos para pagar por un crimen –tráfico de personas- que no cometieron. A Miriam la sacan de su trabajo en el aeropuerto de Cancún para mandarla en un avión a la ciudad de México donde es detenida y enviada a un penal en el norte del país que es controlado por un cartel. A su llegada le informan que ahí su vida no vale nada, le muestran una lista con los nombres de sus familiares, a quienes les piden una cantidad de dinero considerable para no matarla. Lo que ahí vivirá Miriam la marcará para toda la vida, allí le tocará presenciar acontecimientos que la acompañarán siempre.

La otra historia que cuenta el documental es la de Adela, una mujer de mediana edad a la que le desaparecen una hija de 20 años que era estudiante de psicología. Adela es gente de circo y habita en un trailer park con otra hija y otras mujeres fuertes como ella. El documental tiene escenas muy bien logradas como un momento en el que las mujeres conviven, se ríen, recuerdan, lloran y vuelven a reír y a expresarse su solidaridad. La dura historia de Adela es narrada al mismo tiempo que fluyen las imágenes de la cotidianidad en el circo, de los entrenamientos y las funciones espectaculares que ofrece su grupo de mujeres y niñas muy entrenadas.

Entre los temas que se comunican con las imágenes está el de las localidades violentadas y rotas, lo que se puede leer en los rostros atemorizados de los transeúntes de terminales de autobuses y caminos que aparecen en el documental. Asimismo, la presencia de retenes con policías y militares que interrogan a los viajeros como si fueran sospechosos, muestra de manera contundente el estado de excepción en que se convirtieron muchos territorios de México. A la Policía Federal y a los militares se los presenta como unos personajes oscuros y amenazantes, como si en sus manos estuviera la vida tan frágil de las personas que cruzan a su paso todos los días, vidas como las de Miriam y Adela.

Las dos historias que aborda el documental son también historias de fuerza, de mucho coraje y amor que sostienen a las dos mujeres para continuar con sus vidas y no romperse.

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