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Cultura: entre privilegios y corrupción

Por Humberto Robles / @H_Robles  Foto: Gustavo Bracco

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Algo peor que un político corrupto, es un ciudadano que lo defienda

El mes pasado, durante el XI Encuentro Hemisférico de Performance y Política, la actriz y directora de teatro Jesusa Rodríguez, ahora senadora de la República, manifestó que “Las becas del Fonca deberían desaparecer […] Me parece vergonzoso que la gente se haya repartido esas becas porque son artistas excelentes. Pues sigan siendo excelentes, pero váyanse a la iniciativa privada, dejen de vivir del presupuesto”.

Las polémicas declaraciones desataron la ira de muchos aludidos y, para refutarla, algunos indicaron que ella también ha sido beneficiaria de varias becas, incluso del mismo Fonca, y aprovecharon para defender a ultranza los “estímulos a la creación”.

Poco después, la agencia Notimex publicó una nota y subió un video titulados Becas del Fonca: entre la discrecionalidad y el abuso donde aparecieron los nombres de varios profesionales que han sido subvencionados consecutivamente por el Estado. Algo que no debería extrañar a nadie ya que, de tiempo atrás y en todas las disciplinas artísticas, “los mismos de siempre” aparecen una y otra vez en las listas de favorecidos; han hecho del subsidio su modus operandi y su modus vivendi.

Si hasta hace poco diversos artistas bromeaban llamando al Fonca “Fondo Nacional para la Costura en las Tardes”, hoy se han vuelto sumamente solemnes, por eso la nota desató de nuevo la furia y psicosis de muchos que consideran que Notimex los ataca, los exhibe y los criminaliza (sic), suponen que hay un clima de linchamiento (sic), afirman no ser “vasallos” y se perciben como víctimas de la cuarta transformación. Suelen criticar la corrupción del país, pero solapan el huachicoleo que ha habido en el Fonca o en la Secretaría de Cultura, y ahora se sienten traicionados por el gobierno por el cual votaron muchos de los ofendidos. Algunos reconocen errores en las instituciones, pero a lo largo de 30 años han hecho nada o muy poco para cambiar un modelo a todas luces fallido que –desde su inicio- ha demostrado inequidad, derroches, corrupción, tráfico de influencias, desvios y opacidad. La crítica Avelina Lésper sentenció acertadamente: “El Fonca es un sistema corrupto, si piden que no cambie son parte de la corrupción”.

En su defensa, los agraviados lanzaron la etiqueta #YTúQuéHicisteConElFonca, donde por primera vez rinden cuentas públicamente de su labor a cambio del mecenazgo; enumeran lo que han hecho con el dinero recibido, mas no el impacto que ha tenido su obra. De cualquier forma y para su tranquilidad, Marina Núñez Bespalova, secretaria ejecutiva del Fonca, expresó que ‘‘Los creadores no son una casta de privilegiados; el Fonca no desaparece’’. A su vez, la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, llamó a normalizar el arte y diversificar la cultura.

En el video de Notimex, la dramaturga Sabina Berman expresa claramente lo que muchos pensamos: “Solo es justificado que el Estado apoye las artes, si tienen una función social. Para tener esa función social tiene que llegar a muchos”. Frente a esto, algunos se escandalizan y suponen que, para llegar a las masas, deben crear productos chatarra, poniendo como ejemplo algunos programas de la televisión. Bajo esta óptica maniquea y clasista, donde se menosprecia al público y dan a entender que las masas solo consumen basura, habría que celebrar que exista ese tipo de entretenimiento pues está visto que los puristas no tienen la menor intención de producir para las mayorías: tal parece que están empeñados en generar obras elitistas. Su clasismo y desdén por lo popular quedan evidenciados en una pancarta que reza “Ciudadanxs necesitan arte, no Artesanías”. Frente a esto entonces sí, como expresó Jesusa, deberían irse a la iniciativa privada o ellos mismos financiar sus obras para públicos tan selectos. ¿En verdad son incapaces de hacer creaciones artísticas con contenido, sin ser complacientes, para que el pueblo disfrute de sus obras? Y digo el pueblo porque es de sus impuestos que se sufragan las becas. Vamos, como lo hicieron en su momento Shakespeare, Molière y Stanislavski que buscaban atraer la mayor cantidad de espectadores o Brecht que apelaba por el Teatro Útil.

En contraparte, un ejemplo admirable es el de Ofelia Medina, una creadora comprometida y combatiente, quien junto a otros artistas del espectáculo “Cada quien su Frida”, dieron un concierto para la comunidad de Acteal, llevando arte y cultura a la población; ahí, donde hace 21 años fueron masacrados 45 indígenas tzotziles, aprovechó para demandar el diálogo de los Acuerdos de San Andrés.

Hay que recalcar que no todos, pero sí varios becarios han abusado y se han enquistado en el sistema, como aquellos que han vivido 18 años de apoyos consecutivos. A pesar de todo, el Fonca no debe desaparecer, lo que sí es urgente es que se democratice, se transparente y sea incluyente. Es indispensable renovar las reglas de la institución para impedir que se repitan los vicios de antaño.

El mayor error de este esquema paternalista es que ha convertido a mucha gente en dependiente de los subsidios; no saben vivir sin esos apoyos y tampoco han aprendido a tejer redes ni crear comunidad para volverse autogestivos, es por ello que muchos se oponen a que haya cambios en las instituciones. Incluso se niegan a reconocer que son unos privilegiados al compararse con el resto de la población, de otros oficios y otras profesiones, que no cuenta con este tipo de incentivos.

Por último, lo más sorprendente es que defiendan con vehemencia al Fonca y no actúen de igual forma cuando se denuncia la enorme corrupción de las instituciones culturales como en el caso de Chihuahua. Peor aún, tampoco enardecieron -e incluso callaron- cuando sobrevino la lluvia de denuncias del movimiento Me Too Mexicano donde varones de todas las áreas de la cultura fueron denunciados por acoso y violencia de género. Como dato curioso, muchos de los denunciados han sido beneficiarios del Sistema Nacional de Creadores; casi pareciera que es un requisito ser un agresor para merecer esa prebenda. Por lo tanto, es evidente que a la mayoría le preocupa más el temor de que desaparezcan las becas y sus privilegios individuales, a sanear un sistema corrompido, o a tener colegas que han cometido sinnúmero de abusos.

**Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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