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Quinto Viernes, la ceremonia según las Santas escrituras: la representación a cambio de la salvación

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Fotografías y Texto: Teresa Balcazar/ @BalcazarTeresa

Antes de que el amanecer ilumine el cerro del Chiquihuite,  San Juanico vive distintos escenarios. A pesar de que las actividades para cubrir con lo estipulado los separan; estos unen sus caminos a la hora acordada.

Del otro lado del canal, en la Avenida Morelos, los artesanos comienzan a montar los tapetes. Hundiendo sus manos en los costales de aserrín, pintan sus manos y le dan forma a la calzada donde pasará el Nazareno.

En  la iglesia todo está listo. La entrada  luce las portadas.

Adentro, las imágenes religiosas son colocadas en  plataformas de madera.

La Piedad y Santo Entierro parten primero rumbo al Calvario, en donde el escenario aguarda a los espectadores.

Los acompaña la banda.  Las partituras, entonadas por los diferentes instrumentos, avisan la primera llamada.

Afuera de la iglesia, los sayones [1]se alistan.  Escogen a sus  caballos  que fueron traídos de San Andrés  de la Cañada.

Los más pequeños, son los más entusiasmados.Este año, varios centuriones, serán escenificados por niñas.

Con una flor apartan  a su compañero, lo montan con ayuda de sus padres,  y parten para recorrer los cuatro barrios restantes.

Pasan a un costado del atrio, dejando atrás a quienes arman el escenario, donde Pilato dictará la sentencia.

 

En tanto, a un costado de la capilla, las familias entran con arreglos florales para adornar los pedestales de las figuras de la Virgen y el discípulo San Juan.

El tiempo transcurre, el reloj, donado por San José Hermilo Mena,  en 1925, marca las dos. En la plaza empiezan a congregarse los primeros mechudos, aquellos niños y niñas que representarán con máscaras a sus antepasados, a los huehues.

Las pelucas de zacate, simbolizan la sabiduría de los más grandes.

Las máscaras de animales muestran la identidad de los abuelos, quienes tejían lazos inseparables con la madre tierra.

Antes de llevarse  a cabo la ceremonia, niños, niñas y padres de familia  aprovechan la oportunidad para tomarse una foto con la figura del Nazareno; imagen que fue colocada afuera de la iglesia. Le sigue la imagen de la Virgen y San Juan.

Con un beso a las vestimentas, bordadas con hilos de color dorado y morado, los mayores depositan sus suplicas.

Son las tres de la tarde. Por un lado, los sayones forman  filas. Adelante, los mechudos  cercan el lugar.

El silencio predomina. Jesús hace su aparición. Poncio Pilato enuncia su diálogo. Intercambia miradas con la figura, cuyas palabras son comunicadas por el padre de la iglesia.

Desde el escenario, Pilato  se lava las manos, a la par de  declararse inocente de la sentencia de muerte de Jesús de Nazaret. Derrama  agua y anuncia un presagio.

El pueblo  enlútese al escuchar las palabras del Cornelio. El clima le responde, nublando el cielo.

A lo largo de la plaza el Cornelio pregona la ejecución: En el año de la creación del mundo 5233, Jesús será crucificado. En su cruz, llevará la inscripción: Rey de los Judíos.

Acto seguido,  Cristo se abre paso entre los habitantes. Le siguen los ladrones que compartirán sentencia con el Galileo.

 

Cruzando el puente de Naucalpan- Ecatepec, la representación de Jesús impone su presencia ante el tránsito local.

La primera parada es en aquel  tapete de aserrín que simbolizó su entrada  triunfal  en domingo de Ramos.

Ahora, marca el comienzo: es el lugar donde cargará la cruz e iniciará el viacrucis.

Los sayones al igual que los mechudos resguardan los pasos de la imagen.

El clima no favorece el escenario.  Bajo la lluvia  hombres y mujeres llevan por igual los pedestales de la Virgen y San Juan. En sus hombros cargan sus pecados y con la mirada hacia el suelo, expían sus culpas.

En la multitud resalta una persona vestida con una túnica blanca.Es un espía que  deambula y sigue al  maestro. Él  responde al nombre de San Marcos.

Conforme  avanza el tiempo y se dejan atrás las calles principales y parte de la procesión, Dios se hace presente a través del reflejo de los cuatro espejos, que están adheridos al sombrero del topile[2].

El hombre  vestido de camisa blanca y  pantalón de mezclilla, porta orgulloso una bandera de México. Jorge Cisneros, organizador del Quinto Viernes, lo observa y  trae a escena la imagen de su antecesor, Andrés Cisneros el último topile que tuvo a cargo las llaves de la iglesia.

Ver: https://www.somoselmedio.com/2019/04/18/la-tradicion-quinto-viernes-en-san-juan-ixhuatepec-primera-parte/

El final está cerca, las estaciones más icónicas se han escenificado.

El calvario se observa a lo lejos. Conforme van llegando, los asistentes toman asiento. El largo recorrido ha terminado.

Sólo les queda presenciar el evento, donde todo se cumplirá según las Santas Escrituras.

La tarde cae, las primeras guardias se acomodan para velar a Santo Entierro, es una ceremonia íntima.

***

Es quinto viernes en San Juan Ixhuatepec,  donde los sentimientos se encuentran. Donde los castillos de pirotecnia se encienden al día siguiente, para celebrar  la resurrección del Señor. Donde el humo del fuego, manda al creador la señal de que todo se cumplió.

Donde los votos se renuevan en forma de bendiciones  a lo largo de las cuatro ermitas; para que si dios mediante les presta vida, el siguiente año sea el turno de lo mechudos de cabalgar, como los sayones.

Es el encuentro de dos grandes ideologías. Es una festividad, cuya compleja organización está a cargo de los mayordomos. Es la representación de la historia de un  pueblo que busca en el viento de la ciudad, ser escuchado.

[1] Cisneros señala que a los Centuriones se les llama sayones, que significa verdugos.

[2] Él que lleva el bastón de justicia (topilli).

 

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