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La tragedia de los (artistas) comunes

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Los privilegiados arriesgarán siempre su completa destrucción antes que ceder

una mínima parte de sus privilegios, Antonio Gala

Por Humberto Robles/@H_Robles

Ante la pandemia de la Covid-19, el presidente de México extinguió varios fideicomisos públicos a fin de reforzar los programas sociales, indispensables en esta coyuntura. Sin embargo, muchos artistas que viven y dependen del Estado, enardecieron al saber que el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) se incorporará a la Secretaría de Cultura federal.

Como ya es su costumbre, muchos de los artistas que de una u otra manera viven supeditados a las subvenciones estatales -con todos los beneficios que eso implica-, solo protestan cuando ven amenazadas sus prerrogativas y, en su maniquea cantaleta tan desgastada, arguyen que viven en condiciones precarias. Tal parece que ignoran o que su egoísmo les impide ver que, según el Coneval, un tercio de los mexicanos no alcanza el ingreso suficiente para cubrir la canasta alimentaria básica. Pero eso no les importa; individuos y agrupaciones han recibido miles de pesos a lo largo de los años y con ese financiamiento no se han vuelto autosustentables para dejar de vivir del erario y así dar paso a otros a fin de repartir los recursos equitativamente.

Ante los señalamientos contra el corrompido sistema cultural, sus defensores llevan años diciendo que el Fonca es perfectible, aceptan que debe reformarse, pero han hecho poco o nada contra el compadrazgo, el centralismo, la falta de transparencia, de equidad de género y de democracia que han prevalecido, y tampoco han logrado que los estímulos se otorguen de manera plural, diversa e incluyente. Mientras no acepten que ha habido opacidad y corrupción, es claro que forman parte del problema. Es así como se ha patrocinado a ciertas “estéticas” – como aquellos Poemojis que causaron tanta polémica- e ignorado a otras, convirtiendo la cultura oficial en una masa uniforme, endogámica, falta de crítica y de compromiso social. Además, muchos de los individuos o grupos beneficiados, cuando al fin logran ingresar al sistema, solo buscan cómo perpetuarse en él y olvidan todo reclamo de justicia, defendiendo a ultranza un modelo que le ha fallado a muchos, empezando por la sociedad la cual no se ha visto cabalmente retribuida.

Entre los defensores del Fondo no podía faltar la rancia elite cultural donde se encuentra el gran cacique del teatro nacional, Luis de Tavira, eterno favorecido de incontables fondos públicos. El poeta David Huerta, creador emérito del SNCA, expresó que “Si el Fonca desaparece, se habrá consumado uno de los peores atentados en contra de nuestro arte, nuestra cultura”, mientras que el misógino y clasista Christopher Domínguez, escribió que, si acaba el Fonca, lo que “Desaparece es la autonomía de los creadores para determinar el rumbo de la alta cultura. Sí, dije alta cultura (sic).” Aquí es inevitable evocar el Elogio de la Estupidez de Jean Paul Richter: “Están demasiado imbuidos por una sensación de superioridad que hace que la expresen mediante el odio y el desprecio“. Como si esto no bastara y en medio de la pandemia, varios artistas se unieron en el autodenominado “Frente Amplio de Trabajadores del Arte y la Cultura de México” (FATACM), conformado por muchos de los becarios de pasados regímenes neoliberales y que hoy forman parte de una oposición con rasgos golpistas. Muchos de ellos, que se consideran progresistas, ahora cuentan con el respaldo de la ultraderecha panista lo que nos recuerda a Bertolt Brecht cuando dijo “No hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado”.

También debemos exponer una de las mayores falacias que las instituciones oficiales y una rémora de artistas le han hecho creer a la sociedad: que el único arte que se realiza en el país es el que proviene del Fonca, del SNCA y el que es difundido por la Secretaría de Cultura, lo que resulta una afrenta para todos los creadores que trabajan de forma autónoma, sin contar con el menor apoyo estatal.

Por fortuna, hay muchos que anhelan mejoras en las estrategias culturales. La crítica de arte Avelina Lésper ya había expresado que el Estado “No está obligado a mantener mediocres y oportunistas, que únicamente estudian y hacen proyectos para tener becas, sin generar resultados que aporten a la sociedad.” El poeta Iván Cruz Osorio publicó “Debemos asentar que el FONCA no representa a la cultura nacional: es un sistema asistencialista. Muchos artistas y gestores construyen los proyectos culturales más dignos sin recursos del Estado […] El arte está en otras partes”. El bailarín, coreógrafo y maestro Arturo Garrido Puga expresó: “Requerimos de acciones que permitan que los miles de artistas y creadores que durante tanto tiempo han sido invisibilizados, tengan derecho a los recursos y oportunidades que durante años se les ha negado”. El actor y director Mauricio Garmona manifestó que “¡No han formado público! Más aún, no veo a todo ese público que grite o defienda una sola obra suya en este drama”. En una misiva, la crítica de arte Lelia Driben escribió “Hay personas que hace 10, 15 o 20 años viven de las becas […] No puede ser que uno de esos beneficiados escriba con toda soltura que ha recibido la beca siete veces”. Javier Bustillos también publicó la carta Es la vida, artistas: “Los integrantes del Circo Atayde en Matamoros, Tamaulipas, suspendieron sus funciones […] ahora venden fruta para sobrevivir […] Hermosa lección para esos otros artistas que piden que no desaparezca el Fonca o los de la Asamblea de las Culturas, que quieren 15 mil pesos para cada uno de los 12 mil trabajadores del arte y la cultura independientes. Estos que dicen que lamentan lo de la pandemia y la crisis, pero que no toquen su dinero. No es la economía, artistas, es la vida que puede depender de la existencia de un ventilador o de una cama en algún hospital”.

El Fondo no ha desaparecido, se va a reestructurar y esperamos que sea por el bien de las mayorías, para los creadores, pero sobre todo para los públicos. Deseamos que se ponga fin a los vicios de antaño y nazca una etapa donde se incluya a tantos creadores que han sido relegados durante años. Y cabe recalcar que, si alguien ha sido responsable de las malas prácticas, en complicidad con muchos funcionarios, ha sido precisamente esa casta de artistas que se enquistó en el sistema corrompiéndolo, favoreciendo unos a otros hasta la ignominia, motivada únicamente por intereses personales. Lejos de compartir, fomentaron la competencia; lejos de crear comunidad, la dividieron con un discurso que puede resumirse así: “Los becarios somos la excelencia, el talento nacional, los de los grandes proyectos artísticos. Aquellos que nunca han recibido nada, no cuentan con la suficiente trayectoria, sus propuestas no tienen valor y, si se quejan o critican, son unos resentidos.” Lo que queda claro es que, como bien expresó el periodista Braulio PeraltaSi el Fonca desaparece -que lo dudo-, seguro que los verdaderos artistas no”.

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