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MEMORIAS DE NADIE: Cúpulas Empresariales, a favor del hambre y la desigualdad

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A ver si entendí, la gente que lleva un año criticando que los programas sociales de AMLO son un desperdicio de recursos porque solo le dan dinero a gente que no trabaja ni estudia (cosa que es totalmente opuesta a lo que representan estos programas), ¿ahora quieren que les regalen dinero público para rescatar a sus empresas privadas?

Don Nadie / A los 4 Vientos

Pongamos las cosas claras de una vez. Es momento de hablar de los empresarios que integran las cámaras de comercio, de las “altas” cúpulas empresariales (otrora aliadas corruptas de los sexenios neoliberales). A estos personajes, que dicen representar a todos los empresarios, nunca les ha interesado promover programas sociales, darles apoyos a los sectores vulnerables de la población y tampoco la falacia de generar empleos —a mayor demanda de trabajo pueden pagar menos, por eso piensan a los empleados como recursos desechables sin derechos laborales, ¡que viva el outsourcing! —. Es decir, no les interesa el bienestar social. Les interesa, eso sí, la tasa de ganancia, el rendimiento, la productividad; si por ellos fuera muchos de sus empleados seguiría trabajando sin la más mínima medida de seguridad.

La lógica empresarial no dice “si la empresa me hace perder dinero es porque no estoy tomando las decisiones correctas sobre mis bienes y activos”, más bien se convierte en “el gobierno no sirve porque nos está quitando dinero para que los pobres puedan comer, ¡pero si estos privilegios me los he ganado trabajando duro, explotando a todos esos buenos para anda! ¿Por qué tendría que ceder mis vacaciones o mi terreno para que ellos puedan comer? ¡Que salgan a trabajar, que se ganen sus propios privilegios!”.

Y es que la verdad es una: los empresarios son, ante todo, administradores y estrategas, son personas que “saben mover el dinero”. Siendo así, deberían ser capaces de tomar decisiones eficaces para afrontar la crisis, como puede ser dejar de comprar tanta materia prima para disminuir la productividad; llegar a un acuerdo con los trabajadores en el que ninguna de las dos partes se vea afectada; establecer nuevos contratos con sus proveedores, renteros y demás; y en dado caso, hasta pueden deshacerse de lujos (vender un carro) o pedir un préstamo bancario, como tanto exigen al gobierno que haga con aumentar la deuda pública. Pero no, los empresarios quieren que los rescaten con el dinero de los contribuyentes.

¿Por qué las empresas no piden un rescate bancario? ¿Por qué no exigen la suspensión del pago de rentas? ¿Por qué solo le exigen al gobierno, y no así mismos, como sector privado? Esto es porque están acostumbrados a socializar las perdidas y privatizar la ganancia, así como opera su lógica. No quieren que se genera empleo, quieren que se genere plusvalía: “Que se pongan a trabajar los webones, a producir y vender lo que puedan ellos mismos”, es el pensamiento empresarial sobre los apoyos que el gobierno piensa otorgar a la población en pobreza extrema.

Las empresas quieren beneficios fiscales, quieren salvarse a sí mismas; el gobierno quiere recaudar para tener recursos con que emprender proyectos que reactiven la economía a través de inversión y gasto público en obras de infraestructura, generando empleos y en sí, redistribuyendo la riqueza, para alcanzar un beneficio colectivo. Esto no lo quieren los empresarios; ellos ven por su propio beneficio, pero claro, se escudan bajo la premisa de que generan empleos para la población, hecho que está lejos de su objetivo principal, que es acumular capital.

Hay de derechos a derechos

¿El COVID-19 traerá desempleo? Sí. ¿Cerrarán empresas? También. Aquí es imposible que no haya pérdidas. Pero tenemos que decidir qué panorama queremos que surja de todo esto: uno donde continuemos viviendo en creciente desigualdad, con los empresarios enriqueciéndose a costa de la explotación de las mayorías trabajadoras y el aniquilamiento de sus derechos laborales, o uno donde haya mayor redistribución de la riqueza, con trabajo y comida para todos.

Nos estamos jugando el futuro de la población, pero muchos siguen pensando sólo en sus beneficios individuales. Si no atendemos ahora la desigualdad, los costos serán más grandes en los años venideros, justo como ahora estamos sufriendo los 30 años de una estructura nacional neoliberal, de saqueo, corrupción, dispendio, impunidad y todo el desastre que ya conocemos de gobiernos anteriores. Sorpresa, los empresarios siempre fueron aliados de estos gobiernos.

Paradoja: el sistema de salud, privatizado por años y desmantelado por el neoliberalismo, ahora será incapaz de atender la magnitud de la emergencia. Una demostración clara de la catástrofe de privatizar el sistema de salud, ¡gracias al Consejo Coordinador Empresarial por siempre apoyar el desmantelamiento de los servicios públicos!

En fin, los rebuznes que vamos a estar leyendo y escuchando por doquier en los próximos meses hay que verlos bajo la óptica de un cuestionamiento urgente: la desigualdad. Debemos cuestionarnos si en realidad es necesario “rescatar” empresas que tienen alternativas operativas y crediticias para seguir en el juego, o darle de comer a millones de pobres, que en México representan a más del 50% de la población.

Reforma laboral

¿Y los pequeños y medianos negocios, quién podrá defenderlos? Finalmente estas empresas generan más de la mitad del Producto Interno Bruto y más del 70% del empleo. Bueno, como bien anunció Obrador el día de ayer, hay 25 mil millones de pesos para créditos a un millón de pequeños negocios, 500 mil para pequeñas empresas del sector formal de la economía y 500 mil para pequeñas empresas del sector informal. La clase baja y media tiene el respaldo del gobierno, pero la clase alta no está lista para dejar de ver por sí misma.

Como bien lo ha dicho esta mañana Mario Delgado, coordinador de la Cámara de Diputados: “El informe del presidente es congruente con el proyecto de la Cuarta Transformación, donde se pone por delante a los que menos tienen, se privilegia la inversión pública y el gobierno es el que se termina apretando el cinturón y no los ciudadanos”.

La historia es la de siempre: los privilegios de los pocos que administran contra las carencias de los muchos que trabajan. Ya lo dijo Obrador: no habrá otro FOBAPROA, basta de rescatar a quienes más tienen. 

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