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En un contexto marcado por la desigualdad y las violencias hacia las disidencias, la comunidad ballroom en Guadalajara ha logrado consolidarse como un movimiento que no solo habita el espacio público, sino que lo transforma en un territorio de resistencia, cuidado y expresión colectiva. Desde clases abiertas en plazas hasta la organización de balls en espacios culturales, esta escena ha crecido gracias al esfuerzo de una comunidad comprometida con su arte, quienes han hecho del voguing una herramienta política.
A pesar de la vigilancia policial, los obstáculos institucionales y las amenazas de discriminación, la comunidad ballroom sigue ocupando las calles, resignificando el acto de bailar como un ejercicio de visibilidad y afirmación frente a un sistema que históricamente les ha excluido. Este trabajo rastrea el origen, desarrollo y actualidad de la escena ballroom tapatía, revelando cómo sus integrantes disputan el derecho a existir, moverse y crear en una Guadalajara que aún trata de imponer límites a la diversidad.
Por Vanessa Briseño / @nevervb
El ballroom nació como un espacio de expresión y liberación para la comunidad LGBTIQ+. Sus inicios se remontan a la década de 1920, aunque su consolidación en Estados Unidos ocurrió hace más de cuarenta años. Esta manifestación artística que fusiona danza, modelaje y performance ha servido también como una afirmación de identidad para quienes la practican.
Su centro radica en las competencias de baile, conocidas como “balls”, en las que participantes de distintas “houses” (casas) o familias compiten en diversas categorías que abarcan desde la moda hasta el voguing, desafiando normas de género y celebrando la diversidad.
Así, frente a las violencias que afectan a las disidencias, los balls se convirtieron en espacios de creatividad, resistencia y orgullo para quienes le integran.
Gracias a su impacto, la cultura ballroom ha logrado expandirse a diferentes países, generando nuevos espacios de resistencia, incluyendo a México, donde existe una gran comunidad en crecimiento.
En Jalisco, la cultura ballroom llegó impulsada por figuras clave como Diablo Prisma y Narciso Prisma, quienes jugaron un papel fundamental en la creación de una escena local estructurada y visible.
Aunque las referencias a la cultura ballroom y el Vogue comenzaron a circular en la capital del estado gracias a la globalización y el acceso a internet en la década de los 2000, fue hasta años más tarde, de acuerdo con una conferencia realizada en 2021 por la Secretaría de Cultura Jalisco, que en 2018 aproximadamente, tomó forma de un movimiento comunitario.
Diablo y Narciso Prisma tenían la intención de generar espacios de expresión para la comunidad LGBTIQ+ en Guadalajara, por lo que, inspiradas por la escena del ballroom en Ciudad de México y en el mundo, comenzaron a introducir esta manifestación artística y política. Su acercamiento a la cultura se dio a través de la danza y el voguing, estilos que empezaron a practicar y compartir con otras personas que también estaban interesadas.
La falta de espacios seguros en Guadalajara que permitieran a las disidencias expresarse libremente provocó la organización de encuentros en lugares públicos y eventos pequeños, que buscaban replicar la esencia de los balls neoyorquinos. Sin embargo, debido a la, en ese entonces, reciente incursión de la escena en la ciudad, se decidió adoptar el término Kik (utilizado en los orígenes del movimiento para nombrar a las infancias dentro del ball, con la intención de crear espacios libres de sustancias). Este concepto, actualmente, se utiliza para nombrar a quienes recién incursionan en esta manifestación artística o que están en aprendizaje temprano, -en comparación con otras que llevan más años en existencia (como la estadounidense)-.
Junto a otras personas, Diablo y Narciso Prisma fueron parte clave en la creación de la primera generación de ballroom en la ciudad, formando casas y familias elegidas.
Desde la organización de eventos hasta la construcción de comunidad, su trabajo permitió que las primeras generaciones de bailarines y entusiastas de este arte en Guadalajara tuvieran acceso a una estructura de aprendizaje y competición similar a la de los ballrooms tradicionales. Como colectividad, entendieron que no solo era un espacio para la expresión artística, sino también un refugio para aquellas personas que en otros ámbitos eran marginadas o rechazadas.
Un esfuerzo posible en conjunto con aliades, entusiastas y personas independientes a alguna casa (conocidas como 007), comenzaron a organizar balls con mayor frecuencia.
Con el paso del tiempo y gracias al trabajo colectivo, la comunidad ballroom crece y se fortalece, atrayendo a más personas interesadas y logrando que el Vogue y las competencias de ballroom sean reconocidas como una manifestación cultural legítima dentro de los espacios artísticos de la ciudad.
Resistencia frente a la violencia en los espacios públicos
En Guadalajara, la comunidad ballroom ha encontrado en el espacio público un terreno de resistencia y visibilización, frente a la violencia trans excluyente que persiste. Para muchas personas trans y no binarias, habitar las calles implica enfrentarse a miradas hostiles, acoso policial y la falta de espacios seguros donde expresarse libremente. En este contexto, la escena ballroom ha emergido como un refugio y un acto de reivindicación identitaria.
Princesa Progie Prisma, integrante de Kiki House of Prisma, recordó que su primer acercamiento con el ballroom ocurrió en 2021, cuando asistió a unas clases en un estudio de danza. Sin embargo, su experiencia con el uso del espacio público como territorio para el ballroom comenzó en 2022 en las calles del centro de la ciudad:
“Yo empecé dando prácticas públicas en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres y ese es mi nido” narra.
A lo largo de los años, la presencia del ballroom en espacios abiertos ha ido en aumento, con prácticas y eventos de convocatoria pública en sitios como el Parque Rojo, la explanada lateral del Museo de las Artes (MUSA) y en el andador Chapultepec. Sin embargo, esta expansión no ha estado exenta de obstáculos. La vigilancia constante por parte de la policía y la interrupción de actividades, como la suspensión de la iluminación en la Rotonda de Los Jalisciense Ilustres en 2023, han sido algunas de las barreras que la comunidad ha enfrentado:
“Me tocó que casualmente se nos apagaba la luz a media sesión y luego pasaba mucho la policía y se quedaba mucho tiempo ahí viéndonos. Y pues eso siento que es justo la resistencia, ¿no? Como aunque esté la policía, que se nos apague la luz y cosas de esa índole, pues se ha expandido más”, recuerda Progie Prisma.
De acuerdo con la solicitud con folio 140255825000346, documento obtenido por medio de la Fiscalía de Jalisco a través de Transparencia del Estado, existe un registro de personas que han sufrido algún tipo de violencia en razón de su identidad de género u orientación sexual, agrupando un total de 736 casos (no se especificó desde qué año se tienen estos registros, pero se clarificó que tienen corte a Febrero del 2025). Gran parte de las agresiones sucedieron en un espacio público, obteniendo como desenlace, en los casos más extremos, el fallecimiento de la víctima.
A pesar de la hostilidad que en ocasiones rodea estos espacios, la comunidad ballroom ha logrado consolidar su presencia en la ciudad, no solo como una expresión artística, sino como muestra de un red de apoyo que permite a sus integrantes encontrar identidad y pertenencia. De esta forma la apropiación del espacio público ha sido clave para que más personas conozcan y se integren a la cultura ballroom, afirma Progie Prisma:
“Las prácticas públicas, los eventos públicos no son tanto como solo para verse, sino para que la gente sepa que hay algo más. Que no solo es ir a hacer un dip (una caída) y ya, sino que hay mucha cosa atrás. Es todo un contexto histórico”.
Desde su llegada a Guadalajara, el ballroom ha demostrado ser mucho más que una disciplina de baile; se ha convertido en una herramienta de resistencia contra la invisibilización y la violencia, insiste Progie Prisma: “es una forma de resistencia, una forma de vivir y una red de apoyo que te ayuda a encontrar tu propia identidad”.
Por estas razones, a pesar de las dificultades, la comunidad sigue creciendo y apropiándose de la ciudad, con la esperanza de que en el futuro el acceso a espacios seguros sea más sencillo, sobre todo, que la discriminación y los actos de violencia en contra de las expresiones de género se detengan.
El ballroom mucho más que un acto artístico: una forma de habitar y disputar territorios
Frente a las violencias, participar en las actividades dentro del espacio público representa mucho más que un acto artístico: es una forma de habitar y disputar territorios históricamente negados. Las respuestas recabadas a través de un formulario digital dirigido a integrantes de la escena ballroom en Jalisco señalaron que, salir a la calle, bailar y presentarse frente a otres es una forma de visibilidad, apropiación y resistencia.

La comunidad ballroom en Guadalajara expresa que ha encontrado en el espacio público además de un territorio para la resistencia, un lugar de construcción identitaria.
Montaña 007, integrante de la escena local y quien hace un par de años logró impulsar y conseguir un espacio para el ball dentro del Laboratorio de Arte Variedades (LARVA), explica que el acceso a espacios seguros ha sido una lucha constante:
“Nos cerraban las puertas en muchos lugares, nos decían que no podíamos estar ahí. Cuando conseguimos LARVA, fue un logro muy importante porque ya no nos teníamos que esconder”.
En un contexto donde la violencia y la discriminación hacia las disidencias continúan presentes, la posibilidad de reunirse y expresarse libremente representa un acto de comunidad y libertad.
Montaña afirma que no se trata solo de bailar, sino de crear colectividad: “cuando nos reunimos en un ball, estamos celebrando nuestra existencia. Bailamos por quienes ya no están, por quienes vienen detrás de nosotres y por nosotres mismes“. En este sentido, cada evento es una afirmación de vida en un entorno que históricamente les ha negado espacios.
A través de los balls y las reuniones, se han generado redes de apoyo que van más allá de lo estético o lo performático. “Nos cuidamos entre nosotres. Si alguien necesita algo, estamos ahí”, dice Montaña. Esta colectividad no sólo ofrece un espacio para el arte, sino también para el acompañamiento emocional y la construcción de una familia elegida, especialmente para quienes han sido rechazades en otros espacios.
El reconocimiento del ballroom como un movimiento cultural también ha permitido que la sociedad empiece a comprender su importancia. Montaña señala que, aunque todavía existen renuencias, la visibilidad ha aumentado: “Antes nos veían y nos decían que por qué bailábamos así, que no era “normal”. Ahora hay curiosidad, hay diálogo y, sobre todo, hay respeto”. La presencia en el espacio público ha sido fundamental para transformar percepciones y abrir caminos para nuevas generaciones.
El Ball de 007 Pecados
El Ball de 007 Pecados ha sido un ejemplo de cómo la comunidad ha logrado consolidar estos espacios. “Lo hicimos con la intención de reunir a la escena y demostrar que podemos hacer algo grande”, cuenta Montaña. La realización del evento en un espacio abierto representó un reto, pero también una oportunidad para reivindicar el derecho a la visibilidad y la expresión.
“Queríamos que se viera, que la gente supiera que estamos aquí y que esto es nuestro”, enfatiza.
El Ball de 007 Pecados fue concebido originalmente para llevarse a cabo fuera de la Catedral de Guadalajara, con el propósito de resignificar la imagen de los cuerpos trans bajo la idea religiosa. Pese a que tuvieron que cambiar de locación a una iglesia cercana, el ball fue un éxito. En las gestiones del evento estuvieron personas aliadas, así como la Secretaría de Cultura de Guadalajara, sumándose a los hitos en la lucha por la visibilidad y el reconocimiento de la comunidad.
Con esta intervención en el espacio público, la comunidad ballroom buscó confrontar las narrativas hegemónicas que históricamente han excluido y violentado a las personas trans.

Resistir, ocupar espacios y transformarlos a través de la enseñanza del ball
Arséne Discordia, integrante de Kiki House of Discordia quién imparte clase afuera del MUSA y además es directora de Secuencias Producciones, ha utilizado el espacio público para enseñar y difundir la cultura ballroom, reconociendo la importancia de apropiarse de estos espacios como una estrategia de resistencia. “Dar clases afuera del MUSA fue algo que se dio de manera natural. No teníamos un espacio fijo, pero teníamos la necesidad de seguir bailando y compartiendo”, asegura. Este tipo de actividades permiten que la cultura ballroom salga de los circuitos cerrados y se convierta en una expresión accesible para más personas.
La enseñanza del ballroom no solo se enfoca en la técnica, sino también en la historia y el significado político de cada movimiento. “Quienes toman las clases no solo aprenden a bailar, sino que entienden de dónde viene todo esto, por qué es importante y cómo podemos usarlo para cambiar las cosas“, afirma Arséne.
La apertura de estos espacios también genera un efecto de transformación en el entorno. “Al principio la gente nos miraba raro, no entendían qué hacíamos. Ahora hay quienes se acercan a preguntar, a ver, a entender. Y eso es valioso”, menciona Arséne. La ocupación del espacio público con clases y performances ha permitido que la cultura ballroom sea reconocida más allá de su propia comunidad.
Sin embargo, estos actos de resistencia también implican desafíos:
“No siempre nos sentimos segures. Hay veces que tenemos que estar al pendiente de quién está alrededor, de qué comentarios nos hacen. Pero eso no nos va a detener”, reflexiona Arséne.
La inseguridad y la violencia continúan siendo un factor de riesgo, pero la comunidad ha encontrado formas de resistir y mantenerse unida. Por ello, la estrategia no es solo ocupar el espacio público, sino también exigir reconocimiento y garantías de seguridad.
“Queremos que se nos vea, que se nos respete y que se nos escuche”, manifiesta Arséne.
La cultura ballroom en Guadalajara ha logrado consolidarse como un movimiento de resistencia, utilizando el arte y la comunidad como herramientas para desafiar la violencia y reclamar su derecho a existir en el espacio público. A través del conocimiento y la reivindicación de una cultura que ha sido históricamente marginalizada, se ha abierto un lugar a nuevas redes de cuidado y espacios seguros para las personas que integran la comunidad ball en Guadalajara.
La comunidad ballroom en Guadalajara es amplia y diversa, cada persona y cada casa son importantes en la construcción de su historia y resistencia en Guadalajara, sin la unidad y cooperación no sería posible. Agradecemos enormemente la participación de todes, tanto en las entrevistas como en la encuesta, sus perspectivas le dan vida a este trabajo.
Hubiera sido increíble poder retratar todas y cada una de sus voces porque todes tienen cosas muy sumamente valiosas que decir, sin embargo, por capacidad y recursos, en este reportaje no fue posible. Así que, si tu casa no aparece en la primera imagen de la introducción de este trabajo, sería de mucha ayuda que nos lo hagas saber para poder agregarla. Gracias.
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