Manifiesto feminista contra el acoso y otras formas de violencia hacia las mujeres

Por Redacción

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MANIFIESTO DESDE LOS FEMINISMOS MEXICANOS SOBRE EL ACOSO SEXUAL Y OTRAS FORMAS DE VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

A las personas preocupadas por la violencia contra las mujeres y las niñas.

A las feministas que luchan en contra de la violencia de género contra las mujeres y las niñas.

A la opinión pública:

Nosotras, la Red mexicana de Feministas Diversas, manifestamos nuestra preocupación por el aumento de los casos de diferentes formas de violencia contra las mujeres en nuestro país. En este sentido, y reconociendo nuestra pluralidad, condenamos las nuevas formas de justificación, normalización, naturalización y perpetuación de acoso, hostigamiento, violación sexual y feminicidios, que son legitimadas en el contenido del libro “Acoso ¿Denuncia legítima o victimización?” escrito por Marta Lamas y publicado recientemente (2018) por el Fondo de Cultura Económica.

Somos feministas con posturas, preocupaciones y prácticas que constituyen una polifonía diversa. Aún así, coincidimos en que el libro no debe ser tomado, de ninguna manera, como un referente teórico, metodológico, ní epistémico, para impartir justicia en lo referente a delitos sexuales denunciados. Vemos con gran preocupación y consternación que se pueda generar algún tipo de jurisprudencia, como se está promoviendo desde distintos foros en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en los entes de impartición y administración de justicia en la arena penal, entre otros espacios institucionales. Las aseveraciones y análisis basados en posturas polarizadas y expuestas en el libro de Lamas son lamentables. Por un lado, tienen una clara intención de provocar y confrontar las luchas feministas y, por otro, sus argumentos sirven de referencia para perpetuar el patriarcado en el sistema de justicia penal.

Hacemos un llamado a la sociedad en su conjunto para apelar por una justicia con perspectiva de género y pleno respeto a nuestros derechos humanos. Llamamos a no poner en tela de juicio el progreso de las leyes mexicanas, que han cuestionado los viejos códigos penales patriarcales porque culpabilizan a las mujeres por revelar los actos de violencia y exoneran, protegen y solapan a las personas que cometen agresiones y delitos.

Las ideas promovidas en el texto abren puertas peligrosas que legitiman la pervivencia de usos y costumbres mexicanas patriarcales sobre acoso, hostigamiento y violación, que infringen daños a niñas, jóvenes y adultas. Dichas ideas se enmarcan en una nueva cara del conservadurismo patriarcal que ha sobrevivido a pesar de tantas décadas de luchas feministas mexicanas. Estas luchas han promovido un cambio cultural que trata de erradicar el sexismo, en aras de alcanzar una vida libre de violencia para las mujeres de todas las edades y los estratos sociales.

Las afirmaciones del libro cometen injusticia epistémica porque se advierte ausencia del contexto estructural mexicano y la vulnerabilidad que existe para las mujeres. No reconocen los numerosos testimonios de las víctimas sobre las diferentes formas de violencia experimentada, en relaciones de poder asimétricas entre mujeres y hombres, que aseguran la reproducción cotidiana del maltrato, acoso, abuso, violación sexual y feminicidios, así como la violencia institucional. Y en este sentido también, revelan un gran desconocimiento de los avances sobre la jurisprudencia mexicana para analizar los casos de violencia sexual con perspectiva de género, y con esto el reconocimiento de un estándar de valoración probatoria de especial naturaleza en casos de violencia sexual, debido a la falta de pruebas físicas, documentales, como en cualquier otro delito.

Estamos preocupadas porque vivimos en México. Todas somos vulnerables y estamos expuestas a la violencia; por ese motivo, hemos luchado desde los diversos feminismos para romper el pacto del silencio patriarcal, de manera más visible desde el 2016 con la articulación del movimiento #PrimaveraVioleta y #MiPrimerAcoso, porque apelamos al principio de credibilidad del testimonio de las denunciantes y víctimas de violencia.

Es importante señalar que las afirmaciones de Marta Lamas sobre las denuncias falsas no se fundamentan en datos ni estadísticas. Ella menciona que se entera por medio de una colega sobre la baja frecuencia de éstas, pero a lo largo del texto sigue insistiendo en defender: “la presunción de inocencia y se pone en evidencia nefastas prácticas, como acusaciones falsas o exageradas”. Sabemos que las denuncias falsas son la excepción a la norma, los únicos datos reales que existen nos dicen que el número es mínimo. En el caso de la UNAM, los propios datos oficiales reconocieron que no se han presentado denuncias falsas desde la puesta en marcha en 2016 del Protocolo de Atención para Casos de Violencia de Género. En el mismo sentido, los resultados de una encuesta en la UNAM, que mide con especificidad las múltiples formas de violencias que se presentaron en el ámbito universitario, mostró que el acoso alcanza una frecuencia preocupante entre las estudiantes: una de cada dos universitarias ha sido afectada por algún tipo de violencia de género.

Nosotras nos reconocemos en una diversidad de formas de lucha y protesta con fuerte tradición latinoamericana; nos parece fundamental visibilizar la impunidad que existe en México, país donde se estima que anualmente tienen lugar 600.000 delitos sexuales, de los que 94.1% no son denunciados. De las personas que sufren violación y abuso sexual, 80% son mujeres. De cada mil denuncias penales que reciben, quienes procuran la justicia consignan ante el poder judicial sólo a 10 agresores sexuales, lo que equivale a 1% del total de casos.

La violencia que vivimos no puede desligarse de formas aparentemente menos agresivas como el piropo en la calle. ¿Cuántos piropos recibimos en un día, una semana, o un mes en el metro o en la calle u otros espacios públicos? Éstos tienen un impacto psicológico negativo porque es una forma de maltrato continua y persistente que nos produce miedo, enojo, vergüenza y culpa. ¿Por qué tendríamos que aceptarlos como propone el texto? Si nos incomodan a diario y nos recuerdan que las calles no son nuestras y que son inseguras. El acoso callejero permite a los varones ejercer su poder en el espacio público. Nosotras reconocemos en los piropos y el acoso en las calles una forma de violencia psicológica en la que experimentamos vulnerabilidad y por ello, nos rebelamos contra ella.

En ese sentido consideramos que cuando la autora del libro habla de “victimismo” y “mujerismo” reproduce un prejuicio sexista que impide nuestro derecho a decir “no”. De sus argumentos esencialistas se desprende que debemos aceptar y naturalizar este tipo de conductas cotidianas, porque así nos tocó vivir lo significa ser mujer u hombre, a partir de un modelo género vigente que nos oprime.

Asimismo es muy cuestionable su postura adultocéntrica y heterocentrada sobre el CONSENTIMIENTO en caso de violación sexual, ya que expresa un punto de vista que resulta generacionalmente desfasado. Nosotras luchamos por ser respetadas tanto en nuestra libertad sexual como en nuestras decisiones: hemos llenado de significado el contundente No es No. Decir “no” es legítimo en todo momento y se puede cambiar de opinión al establecer cualquier relación sexo-afectiva, ya sea entre mujer y hombre, entre mujer y mujer y otras formas plurales de sexualidad. Tenemos clara la fuerza y el poder del consentimiento como mecanismo imprescindible de autocuidado.

Decir “no” es parte de nuestra liberación sexual. La seducción implica la aceptación y consentimiento de ambas partes porque la insistencia masculina es posible en las condiciones desiguales que se nos imponen como sujetas pasivas. Lamentablemente, no todas las mujeres en México tienen condiciones mínimas de libertad, no vivimos en equidad suficiente para que nuestra voluntad no sea coaccionada por quienes se acercan; es más, nuestras vivencias desde niñas impiden en muchas ocasiones poder siquiera reconocer el abuso.

El acoso se da en contextos de relaciones de poder asimétricas, como un mecanismo de exclusión para las mujeres de los espacios considerados masculinos. Por otra parte, también es importante visibilizar las distintas formas de violencia de género más sutiles que no siempre son explícitamente sexuales, como las que tienen lugar en las familias, en escuelas y universidades, en instituciones y lugares de trabajo. La violencia, el acoso y el hostigamiento, tanto sexual como de otras formas, también puede darse por parte de mujeres que usan su poder, autoridad o jerarquía para acosar o violentar a otras mujeres. Nos negamos a seguir normalizando el acoso en cualquier ámbito de la vida de las mujeres, sobre todo en los espacios laborales o educativos como un falso proceso de higienización.

Somos conscientes de los lazos existentes entre el patriarcado, el colonialismo y el capitalismo en el contexto mexicano, de su profundidad histórica y sus costumbres arraigadas. Sabemos que dicha triada debe fracturarse para desestabilizar la asimetría actual entre hombres y mujeres; y que las implicaciones de clase, edad, etnia, orientación sexual, apariencia física, religión y discapacidades son fundamentales para comprender cómo el poder se despliega también en las relaciones sociales e interpersonales.

Marta Lamas se refiere constantemente a “las feministas” como un ente monolítico y unitario, como si todas tuviéramos una misma experiencia y fuéramos puritanas. En realidad está muy lejos de conocer de cerca las diferentes expresiones contemporáneas del feminismo en México. Además presupone que nos situamos en igualdad de condiciones respecto a los hombres, y caracteriza a las mujeres como sujetos pasivos y a los hombres como seductores activos con el supuesto “derecho” a incomodar e importunar.

El pánico moral o sexual al que se alude no lo detentamos nosotras, sino los y las agresores, quienes los respaldan y solapan, manteniendo los privilegios de acosar y violentar impunemente, incluso en espacios en los que se vanagloria contar con igualdad de género y respeto para todas las personas, como sucede en muchas universidades.

Nosotras manifestamos con preocupación la articulación de una nueva oleada de ideas conservadoras que estigmatizan y tratan de reforzar el pacto de silencio al banalizar la violencia que nos vulnera, y que señala a ciertas manifestaciones feministas en las universidades como “enardecidas”, “irracionales” y hasta “terroristas”, criminalizando las diferentes formas de lucha. Calificar como “linchamientos” a los escraches es atribuirles un falso carácter de estar fuera de la ley ya que éstos no implican violencia física contra ningún ser humano. Señalar públicamente el acoso no busca poner propiamente en riesgo físico al perpetrador, sino que se trata de un recurso válido para la denuncia social, ante la inoperancia de la justicia legal y ante la situación generalizada de que a las mujeres no se nos cree, por el contrario, se nos ridiculiza, culpabiliza o revictimiza; y los hombres suelen tener privilegio de mantenerse en el poder pese a ser abusadores.

Reivindicamos el giro afectivo feminista desde lo psicológico, lo filosófico y lo social, que parte de validar pensares, sentires y emociones, para fundamentar la base de la empatía entre mujeres que se oponen a la violencia estructural. Promovemos desde las luchas feministas la interdisciplina en la academia y en este sentido la jerarquización dicotómica de toda generación de conocimiento. Lo emocional es tan importante como lo racional.

Nuestra noción del feminismo, en sus variadas formas, no refuerza el victimismo, porque al protestar y nombrar las diferentes violencias resistimos y actuamos para transformar el mundo e imaginamos un horizonte donde quepan muchas voces que impugnan al heteropatriarcado y al capitalismo para trastocar los cimientos civilizatorios. #AcosoNoEsVictimismo

Nuestros feminismos son parte de un movimiento global interconectado en Red, que está respondiendo a demandas que no se resolvieron en los años setenta en Latinoamérica y estamos rompiendo la noción del sujeto femenino individual. Las mujeres mexicanas tenemos derechos universales, pero sufrimos los feminicidios que nos arrebatan la vida. Nueve mujeres al día son asesinadas en México, como país ocupamos el primer lugar en feminicidios en Latinoamérica . Hemos gritado #NiUnaMenos tantas veces hasta desgarrar el alma. #SiMeMatan es una pesadilla que muchas nos dimos a la tarea de imaginar. Nuestro movimiento clama desde cuerpo, mente y corazón #¡VivasyLibresNosQueremos!

Hacemos un llamado a no abonar al terreno conservador, a no fragmentar las luchas contra el pacto del silencio, a no fortalecer el pacto de derecha patriarcal del machismo mexicano, y a no promover ideas sexistas sobre el acoso y las violencias contras las mujeres en México y en todo lugar del mundo.

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