A casi once años de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, falleció Donato Abarca Beltrán, padre de Luis Ángel Abarca Carrillo. Su muerte se suma a la de otros padres y madres que han partido sin saber el paradero de sus hijos. La exigencia de justicia sigue viva.
Por Redacción / @Somoselmedio
Fotografías: Tlachinollan
Ayotzinapa, Guerrero, 30 de mayo de 2025.- La mañana del 29 de mayo falleció Donato Abarca Beltrán, padre de Luis Ángel Abarca Carrillo, uno de los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa. Su muerte, producto de un paro respiratorio derivado de una embolia, representa una pérdida más entre las familias que han sostenido, durante casi once años, la exigencia de justicia y verdad frente a uno de los crímenes más emblemáticos de la violencia de Estado en México.
Originario de San Antonio, comunidad del municipio de Cuautepec, Guerrero, Donato era campesino y padre de nueve hijos. Luis Ángel, el octavo, fue siempre su más cercano. Con voz entrecortada, aún se recuerda la última vez que lo vio, cuando lo animó a estudiar para convertirse en maestro.
“Hijo, vete a estudiar para que seas un profesor, porque aquí la vida en el campo es muy difícil, no quiero que sufras como yo”. Esas fueron sus palabras antes de que Luis Ángel partiera a la Normal de Ayotzinapa.
Tras la desaparición de su hijo la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, Donato Abarca nunca volvió a ser el mismo. Su familia relata que la tristeza lo consumía. Mientras su esposa Metodia Carrillo y sus demás hijos se integraron al movimiento por la presentación con vida de los 43, Donato se refugió en el trabajo del campo. Sin embargo, su salud comenzó a deteriorarse poco a poco, hasta que finalmente lo alcanzó la muerte, sin haber conocido el destino de su hijo.
El Comité de madres y padres de los 43 confirmó su deceso con un comunicado en el que expresaron su pesar.
“Nuestro compañero Donato partió de este mundo sin saber el paradero de su hijo, se fue con el alma apesadumbrada. Desde aquí te decimos: ve tranquilo compañero, aligera tus cargas que aquí quedamos en pie de lucha”.
Durante el sepelio realizado este 30 de mayo en Jalapa, su tierra natal, familiares, amistades, normalistas y miembros del movimiento por Ayotzinapa acompañaron el cuerpo de Donato en un recorrido íntimo y cargado de simbolismo: de su casa al hogar de su hijo desaparecido, luego al de su madre, Josefa, y finalmente a la iglesia local, donde se celebró una misa. El cortejo llegó al camposanto pasadas las cinco de la tarde. Ahí, entre llantos y promesas, sus seres queridos le dijeron que no se preocupara, que seguirían buscando a Luis Ángel y a los otros 42 estudiantes.
“Seguiré en la lucha hasta encontrarlos”.
Con la muerte de Donato, ya son al menos cinco los padres y madres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa que han fallecido sin conocer la verdad. Se une a Minerva Bello, Bernardo Campos, Ezequiel Mora y Saúl Bruno, quienes también partieron sin respuesta. El comité ha señalado que la incertidumbre y el desgaste emocional de estos casi once años de lucha han cobrado una factura irreparable.
“La desaparición de un hijo cala en lo más hondo del alma y más duele saber que nuestros compañeros parten sin que las investigaciones avancen”.
Las familias reiteraron que todos los gobiernos les han fallado. Subrayaron que no solo han cargado con el dolor de la ausencia, sino también con el trato institucional que los ha señalado como disidentes.
“No ha bastado el dolor que sentimos, se empeñan en cerrarnos la puerta de la justicia”.
Pese a la transición de gobierno, la esperanza no desaparece del todo. Afirmaron que hasta el momento la presidenta Claudia Sheinbaum “avanza por buen camino” en el caso, aunque advirtieron que no aceptarán retrocesos ni simulaciones.
“Esperamos que no nos dé la espalda a la vuelta de la esquina. Que no nos cierre las puertas de la justicia tope quien tope”.
Hoy, los nombres de los 43 estudiantes desaparecidos siguen siendo una herida abierta para el país, y las vidas de sus madres y padres, testimonio del costo humano de la impunidad. La muerte de Donato Abarca no es solo una tragedia familiar: es también un llamado urgente a no permitir que el tiempo entierre la verdad.