El documental de Laura Ponte y Alejandro Albert, proyectado en el Faro Cosmos, rescata la memoria del bar Tutti Frutti, espacio clave para la contracultura y la música independiente en México durante los años setenta y ochenta.
Por Mauricio Tizapán / @tizapanmauricio
Ciudad de México, 3 de agosto de 2025.– El documental Tutti Frutti, el templo del underground, dirigido por Laura Ponte López y Alejandro Albert, fue presentado en la Caja Negra del Faro Cosmos. La obra recupera la historia de un bar icónico de la contracultura mexicana, espacio fundamental para el surgimiento del punk y el rock en español, así como punto de encuentro entre música y movimientos sociales en la capital del país.
A través de testimonios de fundadores, músicos y activistas, la película reconstruye la memoria de un lugar que albergó a bandas como Caifanes, Café Tacvba, La Maldita Vecindad y Masacre 68, y que resistió a la represión cultural de los años setenta.
“Yo sabía que algo grande iba a pasar… había el look, había unos outfits, había todo, pero no había ni una nota, ni un video, ni un nada del Tutti”, expresó Laura Ponte, directora del documental.
La memoria de un espacio contracultural
La proyección fue organizada por el Fideicomiso para la Promoción y Desarrollo del Cine Mexicano de la Ciudad de México (PROCINE), en colaboración con el Faro Cosmos. Al evento asistieron figuras clave de la escena underground como José Luis Paredes Pacho (primer baterista de La Maldita Vecindad), el fotógrafo Alejandro Guerrero, el historiador Angus Alejandro Corona y Brisa Vázquez, fundadora del bar junto a Danny Wakantanka.
Tras la presentación, se llevó a cabo un conversatorio en el que se compartieron experiencias y reflexiones sobre la importancia del Tutti Frutti como espacio de libertad.
“Era un lugar sin pensar que estábamos creando el futuro o revolucionando el país. Era un espacio para imaginar un presente sintonizado con un futuro imaginario, donde podíamos vivir como se nos diera la puta gana”, recordó Paredes Pacho.
Durante los años setenta, bajo el control del PRI, expresiones como los piercings y tatuajes eran duramente criminalizadas por la policía. En ese contexto, el Tutti Frutti emergió como un refugio para la disidencia estética y política.
“Era un control absoluto de cómo tenías que respirar. Por eso era importante liberarnos, explotar esa noche”, añadió.
Punk, pluralidad y resistencia
También se destacó que el Tutti Frutti era un lugar donde convivían diferentes clases sociales y pensamientos, en un ambiente de respeto y seguridad.
“Representaba distintos estratos sociales, distintos pensamientos, pero con respeto a la pluralidad. A las mujeres se les respetaba mucho. La parte violenta llegó al final, cuando el lugar ya iba a cerrar”, compartió una asistente.
La investigación que hizo posible este documental se nutrió del archivo personal de Angus Alejandro Corona, considerado el más grande del punk en México.
“Fui guardando revistas, libros, videos, cassettes, todo lo que podía. Por eso pude documentar”, relató Corona.
Brisa Vázquez, fundadora del bar, cerró la velada con una anécdota que sintetiza el espíritu del lugar:
“Alguien dijo que el Tutti Frutti era de quien se lo apropiaba. Una vez llegó un inspector diciendo —Hoy sí les voy a clausurar este edificio—, pero entró, vio todo y dijo —No mames, qué poca madre—. Y se volvió cliente”.
Un legado vivo en la música mexicana
Tutti Frutti, el templo del underground documenta un momento esencial de la historia cultural de México, cuando la música se convirtió en resistencia y los bares en trincheras. Desde sus inicios, el lugar acogió a agrupaciones que hoy forman parte del canon musical mexicano, como Caifanes, Café Tacvba, La Maldita Vecindad y Masacre 68.
El documental no solo reconstruye una época, sino que pone en el centro la importancia de la memoria colectiva, la autogestión cultural y los espacios de libertad en contextos de represión.