Por Tlachinollan CDHM /@Tlachinollan

Desde que comenzó la pandemia de la Covid-19 aumentó el número de familias jornaleras de la Montaña de Guerrero que migraron a los campos agrícolas del país, debido a escasos recursos económicos por la falta de empleos en la entidad. En este contexto jornaleras y jornaleros se han contagiado del virus Sars-CoV2.

La diáspora de las familias jornaleras se elevó de enero a diciembre de 2020 a 15 mil 423 jornaleras y jornaleros, de los cuales, 7 mil 669 son mujeres y 7 mil 754 hombres, quienes tuvieron que salir de sus comunidades con la esperanza de no padecer los estragos del hambre.

Nada parece alentador. En el mes de enero de 2021 el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan (CDHM) y el Consejo de Jornaleros Agrícolas registró 408 jornaleros, entre ellos,182 mujeres y 226 hombres emigraron a los campos de lo oprobio.

Las familias jornaleras migran porque se les han terminado los granos básicos, además de la falta de empleo que se ha suscitado en tiempos de pandemia. El aumento en los costos de productos de la canasta básica también ha repercutido en los gastos. Los programas gubernamentales no llegan para esta población, por lo que las y los jornaleros deciden arriesgar su vida en medio de esta contingencia, alerta el director del CDHM “Tlachinollan”, Abel Barrera.

Las mujeres jornaleras de la Montaña migran a los estados del norte a trabajar en los surcos de la discriminación. Decenas de familias viven en el limbo entre morir por Covid-19 y el hambre.

Mujeres, las más vulnerables

A este panorama de falta de oportunidades, hambre y muerte se suma otro, el de las mujeres siendo las más vulnerables como se ha repetido a lo largo de la historia. Muchas de ellas crecen entre los surcos como es el caso de Guadalupe Basurto Bonilla, van de campo en campo para conseguir trabajo.

Guadalupe Basurto Bonilla acompañó desde pequeña a sus padres a los campos agrícolas de Sinaloa. No tuvo oportunidad de estudiar porque fue más urgente trabajar para comer.

La infancia de Guadalupe la pasó hacinada entre otros jornaleros en las galeras de los campos agrícolas, con sus hermanos más pequeños bajo su cuidado. Aprendió a recolectar en cubetas el chile jalapeño. Su escuela fue el campo agrícola. Ahí aprendió los números y también el castellano. Los capataces y supervisoras fueron sus maestras.

Ante la hecatombe de la pandemia, empresarios cerraron sus campos agrícolas, por ello, muchos jornaleros regresaron a sus comunidades. Así como ocurrió con Guadalupe Basurto Bonilla.

Embarazada de su tercer hijo, Guadalupe regresó de Villa Unión, Sinaloa, el 10 de marzo de 2020 a su comunidad de Santa María Tonaya, municipio de Tlapa. Los planes cambiaron repentinamente ante la imposibilidad de sembrar maíz en esta temporada. A principios del mes de mayo salió con rumbo al campo agrícola Rio Florido, ubicado en el estado de Zacatecas, para trabajar en el corte de chile.

El sábado 16 de mayo de 2020 Guadalupe entró a un nosocomio de Fresnillo. El domingo 17 se le complicó el parto y le tuvieron que realizar una cesárea. En el hospital tuvo un ataque de tos. Le realizaron la prueba de Covid-19 y resultó positiva. La internaron en un hospital de reconvención para atender casos Covid, en el municipio de Guadalupe, Zacatecas.

A sus 25 años de edad, Guadalupe madre de tres niños, obtiene por cosechar en los campos agrícolas entre 100 y 150 pesos diarios. Guadalupe no pudo amamantar a su hijo recién nacido. Su situación familiar en medio de la pandemia se ha complicado. Esta es la historia que se repite una y otra vez.

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