Estando en el Estado de México, Genaro Vázquez me dijo: “tenemos que regresar a la Sierra”. Realizamos varios movimientos y llegamos al estado de Hidalgo, donde Genaro vio a su esposa Consuelo por última vez. Por cierto, Flores Bello era el chofer de Genaro. Él pedía muchos permisos para ausentarse. Decía “oye necesito llevarle dinero a mi mujer”. Nos reclamaba de que nosotros estábamos bien. En uno de esos movimientos vimos mucha vigilancia. Genaro le dijo a Flores Bello, “cambia el color del carro, en lugar de verde ponle color azul”. Bien recuerdo que salimos con el carro oliendo a pintura rumbo a Cuernavaca. Llegamos a una calle paralela donde vivía Arturo Miranda. Genaro me dijo, José ve a buscar la llave de la casa que nos consiguió la familia Miranda. Toqué y la mamá de Arturo me hizo señas de que me fuera. “Vete, vete tengo vigilancia, a mi esposo que tenía una sonda en la nariz, se la quitaron y se murió. A mí todos los días me vigilan.” Por suerte en ese momento no había vigilancia y por precaución nos habíamos estacionado en la otra calle. No tuvimos de otra que volver al Estado de México.

Genaro me insistió “Bracho tenemos que regresar a la Sierra. Para planear nuestro retorno le dije: “conozco a una maestra que trabaja en un lugar que está cerca de la comunidad de la Unión. Me pidió que hablara con ella. Fui a verla y le platiqué cómo estaba el plan. Se animó y también invitó a otra de sus amigas. Genaro con la agudeza que le caracterizaba comentó: “con dos mujeres y dos hombres, más el chofer, no creo que los soldados sospechen de nuestro viaje.” Nos encaminamos, a Toluca, nos detuvimos y vimos mucha vigilancia, pero como íbamos dos hombres abrazando a las compañeras, no dimos qué pensar. Antes de llegar a Morelia Flores Bello nos comentó “estoy muy cansado, me estoy durmiendo”. Me acuerdo que nos adentramos en un bosque de pinos. Le dijimos “metete ahí y duerme.” Estuvimos como una hora cuando mucho. Genaro lo despertó y le pidió que continuáramos la marcha. Teníamos que pasar por Morelia para llegar al lugar donde nos quedaríamos. Seguimos, y antes de llegar a Morelia no supe qué paso. Yo iba dormido en el carro en la parte delantera. Genaro iba sentado en la parte de atrás, con las dos compañeras. Cuando yo sentí, estaba mi cabeza en el parabrisas. Sentí el chorro de sangre, pero luego me moví para auxiliar a Genaro. Pedí ayuda. El chofer ya no estaba en el volante, yo traté de auxiliar a Genaro, pero no pude. Sentía un ruido en su pecho, como un resuello. Ya no supe más de las compañeras, según algunos testimonios dicen que murieron. Ellas perdieron el conocimiento en el accidente, igual que Genaro. El único que no perdió el conocimiento fue el chofer. Encontré un bulto entre las cosas de Genaro y agarré su cartera, la metí en mi bolsa. Salí como pude para buscar a Salvador, que andaba como sonámbulo. Tenía un golpe en el pecho, le dije ayúdame con Genaro.

Volvimos al coche, pero al llegar había muchos vehículos. Creímos que estaba una ambulancia, pero no, era una camioneta de policías. Ya no pudimos llegar con Genaro. Nos escondimos cerca de ahí, debajo de un puente y ahí escuchamos las voces que decían: “por acá van.” Nos estaban buscando y nos retiramos. Recuerdo que nos metimos a un carrizal o bambú, no recuerdo. Ahí estuvimos poco tiempo y después nos fuimos a la montaña.

Flores Bello me dijo que se iba para Toluca, porque ahí conocía gente.  Buscaría un vehículo y volvería por mi para sacarme.  Me pidió que ahí lo esperara. Yo no conocía ese lugar, no tenía idea dónde estaba, aún en las condiciones en que estaba opté por quedarme. Cuando vi que se subía en el autobús que pasó, ya no quise quedarme. Crucé la carretera y seguí caminando. Se hizo de noche y seguí entre el bosque, me topaba con los árboles. No sabía que rumbo tomaba hasta que me topé con una casa, era del guardabosque. Llegue y los perros comenzaron a ladrar. Me espanté y también los perros se espantaron. Solo estaba una señora, le dije que no se espantara y que si podía regalarme unas tortillas. Caminé y caminé hasta que se hizo de día. Llegue hasta un lugar donde había piedras grandes y ahí me quede dormido. Iba muy herido. Horas después sentí que me pateaban, era un soldado que me apuntaba con su arma. Llevaba un cartucho de dinamita en su mano. Me esculcaron y me quitaron la pistola que llevaba, no logré sacarla antes. El dinero que llevaba se quedó en el carro con algunos documentos.

A Genaro inmediatamente se lo llevaron al cuartel militar de Michoacán. Me quitaron la cartera de Genaro, sacaron el dinero y se lo repartieron. Me dijeron que el general estaba en la carretera, me sometieron y me llevaron con él. De ahí ya no supe más, no supe cómo llegue al cuartel militar. Lo único que recuerdo era que me daban golpes y me decían “en el Refugio pudimos haberte agarrado hijo de tal, solo de eso me acuerdo.”

Yo creo que el militar que me sacaba la información había estado en el Refugio. No me acuerdo cómo llegué o que me hicieron dentro del cuartel militar. Creo que iba drogado, solo me acuerdo que me llevaron a una celda con una cama y algo para hacer del baño.

Yo no sabia si Genaro estaba vivo o estaba muerto. Después me llevaron con otro general, me dieron golpes, toques eléctricos, solo de eso me acuerdo, pero ya no sentía. Lo único que me decían “¿Quién va a dirigir la organización en Cuba?” Ya habíamos enviado a los compañeros a Cuba. Ellos decían “¿Florentino Jaimes?” Les decía “yo no sé, no estoy allá.” Ya no recuerdo qué más les respondí. Me llevaron al hospital y yo les decía “para qué, si no me siento mal.” Me daban una pastilla, pero la escupía, entonces me inyectaban y perdía el conocimiento. Según dicen que me inyectaban una droga para que yo hablara dormido. Uno de los militares me dijo “si tuviéramos ordenes de matarte, aquí mismo lo haríamos”. Escuché que otro dijo “no van a dar la orden, porque toda la prensa ya había informado que yo estaba vivo y que vivo debería de aparecer.

Un día no sé cómo me llevaron y aparecí en Chilpancingo en una oficina para declarar. Aún iba liado de la cabeza. Ya ni supe que declaré, pero me sentí libre porque ahí estaba Arturo Miranda y otros compañeros. Dije ya la hice aquí. La condición de estar preso a estar desaparecido es muy diferente, Ahí estuvimos un año presos conviviendo con los compañeros, platicando, recibiendo visitas de varios camaradas de la universal. Yo me daba cuenta que los compañeros pedían libertad para los presos políticos. Un día un compa me dijo “estas saliendo en la televisión. Ve están pidiendo por tu libertad.” No lo creía porque no teníamos comunicación con los que tenían detenido al cónsul norteamericano, era otro grupo que pedía la libertad de 75 presos.

Después me sacaron con la judicial, me llevaron a México y me encerraron en un calabozo. Ahora si me acuerdo del calabozo, frio y oscuro, de fierro. Era como una caja fuerte que no se podía ni respirar. Ahí esperé y dije de aquí ya no salgo. Alguien me comentó “oye te vas a Cuba a cortar caña.” Me tomaron las huellas de las dos manos y de los pies, me subieron de nuevo al avión junto con otras 74 personas.

Hoy afortunadamente puedo decirlo, las ideas de Genaro Vázquez viven. Hoy se reflejan en los libros de textos gratuitos. Viven en la memoria de más compañeros.  Viven en cientos de compañeros. Sobrevivientes somos pocos, de ésta y otras organizaciones, tenemos la suerte de sobrevivir y de poder contar este pasaje de la historia, en la que Genaro demostró ser un hombre con ideales, de gran estatura moral, decidido a pelear a costa de su vida. Fue una gran enseñanza caminar en la montaña y desplazarse en las ciudades, siempre bajo la acechanza del ejército. A 52 años del asesinato de Genaro puedo decir con mucha firmeza que nunca nos doblegamos, a pesar de que el ejército tenía la consigna de matarnos y destruir nuestro movimiento. En medio de las adversidades y la persecución siempre mantuvimos muy en alto el ideario de Genaro “lograr la liberación de México y una patria nueva, o morir por ella.”

Este sábado en la tumba de Genaro Vázquez fue muy conmovedor el canto de Pablo Cabañas que cantó un bolero de su hermano el Guerrillero Lucio Cabañas. El testimonio de Gregorio Fernández Brito nos trasladó a las últimas horas que platicó con Genaro Vázquez en Tlalnepantla, estado de México. Le encomendó visitar a Arturo Miranda y otros camaradas que trabajaban en Cacahuamilpa  Fue en la tarde del primero de febrero cuando se despidió del maestro Genaro.  Gregorio ya no pudo cumplir su cometido, porque al siguiente día se enteró por el periódico y la radio que había caído Genaro Vázquez. El ejército cayó en los domicilios de sus compañeros de lucha. El terror se implantó en el estado para sofocar la insurgencia armada. Las causas por las que lucharon Genaro Vázquez y Lucio Cabañas persisten en Guerrero, por la protección que el ejecutivo federal brinda al ejército de no rendir cuentas por todos los crímenes que ha cometido.