Por Natalia Escobar/@AlesitaNaty

Fotografías: Ricardo Guerrero

Dar la vuelta sobre su propio eje y morderse la cola dentro de una jaula de un metro por 40 centímetros resulta prácticamente imposible. Entre los barrotes se asoma su hocico, una mínima parte de sus patas y su mirada de ojos café claro observa con ternura a quien se le acerca. Hoy es un día especial, “Rocky” va salir a estirar las patas y no serán solo unos minutos, al menos hay 20 personas dispuestas a acariciarlo, pasearlo, bañarlo, darle premios y con un poco de suerte entre esos voluntarios podría encontrar una familia que espera desde el pasado febrero, cuando ingreso al Centro de Control Canino y Felino de Azcapotzalco.

Paradójicamente, el pit bull atigrado -que se estima tiene 9 años -está recluido en el centro por un ilícito que no cometió: narcomenudeo. Él, junto con otros tres canes, fueron asegurados por elementos de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. El predio donde se encontraban tenía una orden de cateo por el delito mencionado.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) refiere que 57 de cada 100 mexicanos tienen mascota, pero sólo el 30 % de los animales de compañía en México cuentan con un hogar, ya que el 70% de la población total, que se estima que más de 25 millones, de perros y gatos, viven en situación de calle. A nivel América Latina, el país ocupa el tercer lugar en maltrato animal y el primero en contar con perros callejeros. Tan sólo en la Ciudad de México (CDMX) existen cerca de un millón 200 mil perros en situación de calle, motivo por el cual se impulsa la adopción y esterilización como las dos formas principales para reducir el abandono y el maltrato de animales de compañía.

Hasta hace pocos años los únicos destinos de estos animales en la CDMX eran vagar hasta morir en la calle o antirrábicos, donde al no ser reclamados en un lapso de 72 horas eran asesinados, si tenían suerte podían ser rescatados por asociaciones civiles y ser adoptados. Pero, [desde] hace dos años, el antirrábico de Azcapotzalco se convirtió en el centro de Control Canino. Ahí, se ha implementado el programa: una segunda oportunidad, evitando a toda costa el sacrificio, aunque el destino de los perros y gatos callejeros es ser resguardados en jaulas.

Antes y después de la segunda oportunidad

En el centro de control canino hay 14 perros la mayoría de ellos rescatados en condiciones graves de salud o tienen reporte de ser violentos, también hay cuatro gatos. Por la  crisis sanitaria el centro cerró sus puertas para atender al público en servicios como: veterinario, esterilización y cremación, pero los inquilinos de lugar siguen encerrados en sus jaulas, esperando ser paseados, bañados y en el mejor de los casos adoptados.

Paulina, Fernando, Jorge y Mary Paz son voluntarios en el Centro. Brindan su tiempo para acariciar, pasear y bañar a los animales que están en confinamiento permanente. Con la pandemia la asistencia al programa de paseadores voluntarios disminuyo y hace tres meses implementaron que cada mes se realice una jornada de limpieza y paseos de todos los animales del centro. La idea es que por un momento se mitigue el encierro de los animales y de paso el de los humanos.

Paulina Casillas es maestra de preescolar a la par lleva años siendo rescatista de animales e inició la fundación “Cuatro Patitas un corazón”. Ella ve con muy buenos ojos que ya no se sacrifiquen en el lugar donde trato de cambiarle el destino a decenas de canes, a veces sin éxito, como lo casos donde ya tenían familias para que adoptaran, personas dispuestas a dar hogar temporal o dinero para las pensiones y al llegar al rescate los animales ya habían sido sacrificados.

Paulina, ahora trabaja en conjunto con Teresa Franco, encargada del centro que se ubica en la colonia Euzkadi y es la única institución de su tipo que durante la pandemia a promovido las jornadas de limpieza y convivencia con los canes. Las tareas durante las jornadas son diversas: limpiar las jaulas, limpiar tazones de alimento, pasear a los animales o bañarlos y curar a los animales que por el constante golpeteo con los barrotes se lastiman alguna parte de su cuerpo.

El centro ofrece un programa de adopciones, denominado segunda oportunidad y tratamiento de etología. Desde finales de 2018, [este] consiste en dar terapia a los canes que tienen conductas violentas y de miedo constante. Por ejemplo, algunos no toleran el agua o una escoba en su jaula. Tienen un trauma con esos artefactos.

El tratamiento de etología se lleva a cabo de la mano con “Cuatro patitas y un corazón” en sus instalaciones. Puede tener un costo de dos mil pesos o más. Para ello piden donativos de la ciudadanía, pues no hay un presupuesto asignado a ello, pero durante la pandemia por el COVID-19 se ha frenado. Con la terapia del etólogo algunos canes se han rehabilitado y lograron ser adoptados, demostraron que más que ser violentos estaban estresados por el confinamiento o era su respuesta al ser entrenados como perros de pelea.

Pero ¿qué motiva a los voluntarios? “Ver la carita de los perritos cuando ya encontraron un hogar, ver su antes y después, se ha vuelto mi adicción y mi motivo para ir al centro canino. Considero que han sido fundamentales las jornadas de limpieza pues de este modo se logra interactuar con la gente, se logra concientizar, pues podemos hacer publicaciones pero hasta que la gente vaya y vea la necesidad afectiva de los perritos son realmente conscientes de su vulnerabilidad”, señala Paulina, aunque reconoce que se encuentran entre la espada y la pared por el temor a salir de los hogares pero en las jornadas realizadas los voluntarios traen su cubre bocas y de manera constante se lavan las manos ya sea porque están limpiando jaulas, tazones de alimento o bañando a los perros.

Al servicio canino y felino

Fernando Marín se dedica a pasear perros. Por las redes sociales se enteró del Centro Canino y ahora brinda paseos gratuitos entre semana. Las situaciones más complicadas que ha enfrentado en su andar cómo voluntario es presenciar los nuevos ingresos. Tal es el caso de “Cocoa” una cachorrita que aullaba desolada, mordía y rascaba los barrotes para tratar de salir, ella fue abandonada afuera del centro, afortunadamente estuvo pocos días encerrada y pronto fue adoptada.

“El personal del centro canino está muy comprometido con los animales, fomentan la adopción y esterilización, eso motiva mucho. Tal vez yo no puedo cambiar al mundo, pero mis pequeñas acciones hacen la diferencia en el pedacito que me tocó vivir y que mejor que invertir mi tiempo en unos pequeñitos tan maravillosos que lo único que nos ofrecen es su amor incondicional” menciona Fernando.

Cada jornada de limpieza del centro Fernando asiste puntualmente, asegura que el voluntariado ayuda a que los perritos y gatos sean más sociables, “hay perritos que han dado un giro de 180 grados pues al acercarnos a la reja gruñían y enseñaban los dientes y hoy en día los podemos sacar sin problemas y son los más amorosos, solo nos queda buscarles un buen hogar”.

Durante la pandemia las adopciones de los animales del centro han disminuido drásticamente, pero algunos han tenido su segunda oportunidad después de meses de estar en una jaula, tal en el caso de Fénix, un can criollo que estuvo 10 meses en una jaula y hace un mes por fin llegó la familia adecuada.

Fomentar el cuidado a los animales desde la infancia y que se castigue en el caso de maltrato animal son las estrategias que considera Jorge Cancino se debe fomentar. En su labor cómo voluntario casi siempre de enfoca en bañar a los animales, se asegura de limpiar desde sus almohadillas hasta sus orejas. Relata que algunos ponen resistencia al baño, pero para la mayoría es un momento de relajamiento y luego de tres meses cómo voluntario su mayor satisfacción es recibir la confianza y cariño de los animales, “Quizás no son las mejores condiciones el estar encerrados, pero sin duda es mejor a que estén en la calle o siendo maltratados”, sostiene Jorge.

Mary Paz comparte el voluntariado con su novio. Para ella es novedoso, pero preocupante que en lugares cómo estos sea relativamente nuevo que les den una segunda oportunidad a los animales. “Hay muchos perritos buenos cómo para dejarlos aquí, sé que estoy haciendo una buena labor pues socializar con un humanos les ayuda adaptarse a la convivencia y en un futuro a un nuevo hogar. Las jornadas de limpieza nos permiten limpiar a profundidad las jaulas y con ayuda de otros voluntarios se pueden tratar a todos los animales”, señala la joven.

Para Mary Paz llegar al centro fue un golpe con la realidad, al ver cómo están encerrados y chillan por salir los perritos, los gatos están muy estresados y la ansiedad en los perros provoca que se lastimen sus patas o cola.

Los cuatro voluntarios acuden de manera frecuente al centro, pero invitan a que más personas se sumen el próximo domingo 13 de septiembre y sean parte de la jornada de limpieza en familia.

El confinamiento es lo que más preocupa a la encargada del Centro Canino. “Quisiéramos tenerlos en mejores condiciones, pues los espacios son muy pequeños, me parte el corazón verlos así, pero no vamos a bajar la guardia y volver a sacrificarlos”, señala Teresa.

Paloma, Palomo, Pepito, Benito, Duke, Pogo, Rocky, Drako, Kratos, Gordo, Chiquitín, Kira, Benito y Pelusa son los canes que esperan la calidez de los voluntarios en la próxima jornada. Además de los gatos Ichi y Nikkita.

Para mayores informes del lugar y las jornadas de voluntariado, puedes escribir a las páginas de: Adopciones caninas y felinas Azcapotzalco, Cuatro patitas y un corazón A.C y Centro de Control Canino Azcapotzalco.

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