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¿Por qué colapsó la URSS? Notas sobre el libro “Génesis, vida y destrucción de la Unión Soviética” de Canales

Enrique G. Gallegos*

Desde diferentes frentes ha resurgido el debate sobre el comunismo. Tanto desde la misma tradición marxista como desde afuera, en la filosofía y el pensamiento crítico: Badiou, Vattimo, Negri, Žižek, Fisher, Pérez Soto, Jorge Veraza, Bosteels… la lista es larga. También existen estudios especializados sobre uno de los problemas centrales a los que se enfrentó el socialismo soviético: la planificación centralizada y el cálculo económico, que hoy sería más controlable gracias a las computadoras y la tecnología, el llamado “ciber-comunismo” (Paul Cockshott y Maxi Nieto). Además está la dura realidad de la crisis del capitalismo y sus consecuencias en el medio ambiente, el trabajo, la distribución de la riqueza, la salud y la misma existencia de la especie humana en el planeta por la globalización del capital y su lógica destructiva, que redireccionan necesariamente la reflexión a la “hipótesis comunista”.

Estos y otros fenómenos vuelven necesario analizar un hecho que sucedió hace más de 40 años y del que las últimas generaciones cada vez tienen menos memoria: el colapso del país que hizo posible el socialismo, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Debe quedar claro: no se trata de añoranza sino de buscan un conocimiento objetivo sobre ese hecho. El marxismo tiene la obligación de estudiarlo y aplicarle con rigor su propio método.

Justamente el libro de Jaime E. Canales Garrido, Génesis, vida y destrucción de la Unión Soviética, publicado en 2022 por la editorial Templando El Acero (existe una edición argentina de 2019) trata de darnos una idea general sobre los hechos objetivos, las decisiones, motivos y actores que llevaron a ese fatal desenlace.

LOS PRESUPUESTOS DE LA URSS

Antes de plantear los argumentos de Canales conviene decir algunas cosas sobre los fundamentos filosóficos, económicos y políticos con los que fue construida la URSS. Esto es central para su debida compresión. No es exagerado decir que por sus fundamentos la URSS formaba parte de una civilización opuesta a la capitalista. El lector de este articulo debe tener en claro esos fundamentos para comprender adecuadamente cómo funcionaba y porqué colapsó; evitando, de esa manera, imponer ideas, realidades y concepciones que son ajenas al modo de producción socialista.

Las personas que nacen, crecen, viven y mueren en las sociedades capitalistas han asimilado a su sentido común una peculiar noción de “libertad”. Han hecho de esta y de la propiedad privada los principales valores y criterios de socialización. Se pueden estar muriendo de hambre, ser explotados en trabajos, vivir hacinados e ir al día con el dinero, pero defenderán esa “libertad” e incluso aceptaran esas situaciones como parte del destino o del “poco esfuerzo” que han realizado (según la ideología de la meritocracia en boga). Es claro que el fondo de esa libertad se encuentra la libertad de mercado, en la que, como apuntó irónicamente Marx, todos acuden con sus propiedades: unos de su fuerza de trabajo y otros de los medios de producción. De ahí que mientras en el capitalismo se sostiene que el mecanismo para distribuir la riqueza social es el libre mercado; en la URSS era la planificación del Estado y la distribución controlada de los bienes y servicios. Por ello, la URSS descansaba en la búsqueda de la igualdad (y sobre esa igualdad, era posible una libertad real, no formal como en el capitalismo). Y deben entenderse correctamente: no es un igualitarismo (que implica una suerte de equivalencia del tipo 1=1), sino según el principio de Marx: a cada quien según sus capacidades, a cada quien según sus necesidades. Este principio a su vez descansaba en una concepción del trabajo antagónica a la que prevalece en el capitalismo.

Winston Churchill, Franklin D. Roosevelt y Iósif Stalin en Yalta, febrero de 1945 (Wikipedia).

En efecto, mientras que en el capitalismo predomina el trabajo asalariado, en la URSS no existía como tal. Lo que existía era el derecho al trabajo y que garantizaba las condiciones de reproducción de la sociedad. Mientras el trabajo asalariado implica que los excedentes son expropiados por los capitalistas (de ahí que sea un trabajo explotado), en la URSS los excedentes eran usados para mantener las condiciones de vida de la población (salud, educación, parques, medicinas, universidades, de tal manera que los servicios eran gratuitos) y la lucha contra el imperialismo occidental. Mientras el capitalismo está orientado a la ganancia privada y el libre mercado, la URSS lo estaba a la producción y la planeación centralizada de la economía. O para decirlo de otra manera, mientras en el capitalismo las mercancías son producidas predominantemente como valores de cambio, en la URSS son producidas predominantemente como valores de cambio.

LA CUESTIÓN DEL MÉTODO

Con lo anterior, he tratado de resumir, apretadamente, algunas ideas que están en la base de ambos sistemas económicos. Con ello se entienda mejor el colapso de la URRS. Pasemos al libro Génesis, vida y destrucción de la Unión Soviética.

El primer elemento que hay que destacar es la metodología: es un libro que no sólo se apoya en autores recientes (de varias lenguas), sino en una abundante bibliografía en ruso y en fuentes de primera mano. Esto último no es un asunto menor. Como todo investigador y escritor sabe, acudir a las fuentes primarias es central; de otra manera, las interpretaciones ya están mediadas y filtradas. También hay que destacar que el libro recurre a los archivos de la URSS que fueron desclasificados entre 1989 y 1996 y a diversas investigaciones sobre éstos.

En segundo lugar, como impresión general, diría que el libro de Canales se mueve en dos direcciones: por un lado, conforme se avanza en la lectura, va desmitificando las versiones antisoviéticas que existen entre historiadores y escritores: el capitalismo derrotó al socialismo, la URSS estaba condenada al fracaso, el capitalismo resultó superior, era un régimen de terror y represión sistemática, Stalin era un come-niños y un monstruo, fueron millones de ejecutados y millones de presos en el Gulag, etc. Esto no significa que no hayan existida fusilados y presos, sino que no pocos de esos hechos y cifras están magnificadas e históricamente descontextualizadas. Como afirma Canales, “¿Tuvo responsabilidad Stalin en las represiones? Sí, sin duda, la tuvo, tal como la tuvo en la edificación del socialismo, en la victoria sobre la Alemania nazi en su calidad de Jefe Supremo, en el hecho sin precedentes de haber transformado a la atrasada Rusia en una superpotencia mundial.” (p. 213). Como también tuvo responsabilidad  Truman en el asesinato de más de 200 mil personas cuando autorizó el lanzamiento de la bomba nuclear sobre Hiroshima y Nagasaki. De ahí la conclusión del autor, “Por tanto, la figura del estadista debe ser evaluada sin olvidar ni ignorar las condiciones históricas en que a este le cupo vivir.”

Por el otro, conforme rectifica, matiza y contextualiza interpretaciones, datos y hechos, el autor va describiendo las verdaderas causas del colapso de la URSS, las cuales están muy alejada del maniqueísmo ideológico que promovieron algunos historiadores y los dos más grandes fanáticos anticomunistas, el presidente de Estados Unidos, Reagan (1981-1989) y la Primera Ministra de Gran Bretaña, Margaret Thatcher (1979-1990).

LAS TRES TESIS DEL COLAPSO DE LA URSS

El dramático derrotero del colapso de la URSS, Canales lo plantea en tres tesis: 1. “La construcción del socialismo en la URSS se prolongó hasta el año 1953”; 2. “Jruschov, creador y ejecutor de la primera perestroika de la Unión Soviética”; y 3. “Gorbachov y la élite partidaria acaban la tarea iniciada por Jruschov, transformándose en los sepultureros de la Unión Soviética” (p. 42)

El desarrollo de las tesis lo hace en apretadas 270 páginas (eliminando la presentación y la lista bibliográfica). Si pudiéramos sintetizar los argumentos, diría que están los de índole económica, los vinculados con decisiones políticas de los líderes y los culturales-ideológicos, además aquellos relacionados con la lucha geopolítica contra el bloque capitalista comandado por Estados Unidos y las acciones de sabotaje por parte de grupos internos que pretendía derrocar el Estado Soviético y restaurar el capitalismo . Pero, si entiendo bien, son particularmente significativas los primeros, porque operaron como una “bomba de tiempo” puesta al interior del mismo funcionamiento del Estado soviético (p. 78). Y como se advierte de las tesis, los principales operarios de la destrucción de la Unión Soviética son dos: Jruschov y Gorbachov, cuyas acciones y omisiones terminaron solidificando ese conjunto de causas.

El PRIMER DESTRUCTOR: JRUSCHOV

Nikita Jruschov (1894-1971) llegó al máximo poder soviético en 1953 y fue destituido en 1964, entre otras cosas, por su errática gestión, que a la postre terminó siendo fatídica para la URSS. Esto ya nos da cuenta del sentido e implicaciones de algunas de sus decisiones políticas y económicas, que además no fueron rectificadas a tiempo por quienes lo sucedieron (de Brézhnev a Chernenko). Fue el principal artífice de la demonización de Stalin como un “monstruo” y un déspota despiadado, así como del supuesto “culto a la personalidad”, en el denominado “Informe Secreto al XX Congreso” (que no era tan secreto porque Jruschov se aseguró que días después lo tuvieran en su escritorio las principales agencias y medios de comunicación occidentales y antisoviéticos).

Nikita Serguéyevich Jrushchov (1894-1971). Fue destituido en 1964. Inicio las primeras nefastas reformas pro-mercado.

Como argumenta Canales (y desarrolla detalladamente Grover Furr en otro libro; Gruschov mintió), el Informe está plagado de falsedades y cuyo doble objetivo era atribuir a Stalin los crímenes que él mismo cometió, destruir su imagen y legado y sobreponerse, de esa manera, como el “líder indiscutible”, en una típica operación de sustitución de un liderazgo de menor estatura. Es imposible describir en todos sus detalles el desmontaje que hace Canales del Informe, pero lo relevante de esa operación es que no sólo tuvo el efecto de contribuir a demonizar a Stalin y opacar su legado, sino que a su vez asentó un duro golpe ideológico a la sociedad soviética. Si todo se fundaba en represiones indiscriminadas, terror social, culto a la personalidad, asesinatos, engaños y monstruosidades, entonces todo estaba mal y había que reformarlo. Eso contribuyó, además, a alimentar el sentimiento anticomunista promovido por Estados Unidos, el cual será intensificado durante el neoliberalismo que predominará a partir de los años 80. Ese fue el mensaje que Jruschov promovió y que fue replicado en todo el mundo por los enemigos de la Unión Soviética. Es importante no perder de vista que el mundo que surgió de la segunda guerra mundial era uno polarizado y reñido a muerte entre las dos potencias: la URSS y Estados Unidos (y aliados). Y, en ese mundo confrontado, estos aprovecharían cualquier medida para contribuir a su derrota.

DOS “GOLPES DE ESTADO”

De acuerdo a Canales, Jruschov realizó dos “golpes de estado” a la Unión Soviética (pp. 70 y ss.). El primero se expresa en una serie de maniobras que culminaron en la destitución de dirigentes como Beria y Malencóv y otros militares, para de esa manera manejar libremente el Presídium del Comité Central (p. 76). Bajo acusaciones de ser un espía británico, Beria fue fusilado el 23 de diciembre de 1953. El segundo golpe ocurrió en 1957, cuando se expulsó a 7 de los 9 integrantes del Politburó del PCUS (p. 210). De esta manera, Jruschov logró hacerse de un poder lo suficientemente amplio para empujar algunas reformas económicas que contribuyeron a sembrar en el largo plazo el retorno del capitalismo (quizá sin proponérselo expresamente). Para Canales esto “constituyó acaso el golpe más demoledor que Jruschov asestó al sistema socialista: nos referimos a su llamada reforma económica.” (p. 214.). Canales da a entender que Jruschov no era alguien avezado en economía ni en marxismo como para comprender íntegramente las implicaciones de una reforma económica en los fundamentos del Estado soviético.

¿De qué reformas hablamos? Algunas de las que menciona Canales son las siguientes: se otorgó mayores “libertades a los directivos de las empresas estatales del Estado para que estos decidirán qué y cuánto producir” (p. 215), con base en criterios de ganancia, lo cual chocaba con el eje central de la planificación estatal en la economía, que pretendía armonizar producción y consumo; en esa medida también se congelaron los salarios, se cerraron empresas que suministraban maquinaria agrícola a los koljózes y sovjózes (cooperativas y granjas), afectando gravemente la producción agrícola; se emprendieron proyectos que implicaron el cierre de aldeas, desequilibrando las regiones.

Jruschov impulsó una segunda “colectivización” que resultó un desastre económico porque afectó la propiedad personal, las pequeñas huertas domésticas y la cría de animales en hogares, que era una fuente importante de ingresos para la población, “provocando un daño al bienestar de los campesinos y a la población de las ciudades que las consumían” (p. 218); además se abandonaron zonas agrícolas para desarrollar proyectos en tierras que terminaron siendo fracasos, entre otros costosos proyectos que resultaron igualmente fallidos; también se consintieron formas de comportamiento que alentaban el consumismo, imitando la mentalidad occidental, con lo que se comenzó a comparar los tipos de consumo sin tener en cuanto que la URSS, a diferencia de los países capitalistas, los servicios eran gratuitos. Ese conjunto de decisiones, medidas y omisiones se intensificaron con la aparición y tolerancia de especuladores de productos de consumo y de una economía “sombra” o paralela; esta economía “sombra” con el paso del tiempo llegará a representar en los años setenta entre el 30% y el 45% de los ingresos de los hogares.

Otras medidas reformistas analizadas por Canales son: la eliminación del Ministerio de Asuntos Internos que era una pieza fundamental en la cohesión social de las nacionalidades y regiones de la URSS y el quiebre del equilibrio entre las repúblicas, al modificar la división territorial o al restaurar nacionalidades; el debilitamiento del ejército, la marina y la fuerza aérea; el abandono de proyectos de tecnologías de punta; la ruptura de las relaciones de amistad con China; entre otras medias referidas (pp. 213-232).

En síntesis, para el autor, “si son analizadas todas las reformas habidas entre 1954 y 1964, se podrá constatar que —al contrario de lo pregonado por Jruschov a nivel interno y externo— todas apuntaban hacia la debilitación, lenta, paulatina, de las bases de la sociedad socialista en construcción.” (p. 226). Ciertamente Canales también acota: si bien su efecto era devastador, “no [fue] mortal”. Es decir, se trataba de distorsiones que pudieron ser corregidos en el sentido de los fundamentos de una economía socialista que privilegia la planeación y armonización de la producción, el consumo y el bienestar de la población. Empero, no fue así.

LA ECONOMIA SOVIETICA SANA Y PUJANTE

Antes de pasar a Gorbachov, importa destacar que a pesar de los problemas descritos con anterioridad, la URSS seguía siendo la segunda potencia mundial y mantenía un sano dinamismo en su economía. Para fundamentar lo anterior, Canales muestra la siguiente tabla comparativa de los índices de crecimiento (p. 258):

Ritmo de crecimiento del PNB de la URSS y Estados Unidos

AÑOS URSS ESTADOS UNIDOS
1971-1975 5.7 2.2
1976-1980 4.3 3.4
1981-1985 3.6 2.6

 

Eso datos muestran que a pesar de las distorsiones, la economía soviética era robusta. Canales cita al economista Baibakov quien afirma que de 1966 a 1985, el ingreso nacional aumentó 4 veces; la producción industrial, 5 veces; y los activos fijos, 7 veces, entre otros datos (p. 255).

También se podrían invocar los datos que mencionan S. Batchikov, S. Glasev y S. Kara-Murza, en otra publicación: El libro blanco de Rusia, que muestra diversos indicadores (producción y consumo; bienes de consumo la población; industria y construcción; agricultura y ganadería) y cómo las reformas neoliberales de los años 1989-1990 supusieron la destrucción de la economía y el paso de una “economía para la satisfacción de las necesidades a una economía para la obtención de beneficio”. En ese libro aparecen decenas de gráficas y datos; a manera de ilustración, sólo tomo tres que reflejan el bienestar de las personas (porque ese era el objetivo del socialismo), que implican la calidad de vida de los soviéticos: producción de carne de cerdo, carne de ave y de huevos. En las gráficas se muestra su incremento constante en la época soviética y cómo en el período del colapso cae la producción:

GORBACHOV: PARTIDARIO DEL LIBRE MERCADO Y ANTICOMUNISTA

Cuando llega Mijaíl Gorbachov al poder soviético en 1985, esas distorsiones en los fundamentos de la economía socialista serán agravadas con nuevas reformas que introducir´na patrones propios de una economía capitalista: las denominadas Perestroika y Glasnost, que deliberadamente se proponían como “nuevo pensamiento” fundado en los valores de la “humanidad”, que rechazaba el  principio central del marxismo (la lucha de clases); empero, cuando colapse la URSS se mostrará con crudeza que esos “valores” en realidad descasaban en las armas y la violencia promovida por Estado Unidos, ¿acaso no invadió Estado Unidos a Irak en 2003 bajo el argumento de llevar la “libertad”? Eufemísticamente llamaron “Operación de Libertad para Irak” a esa invasión.

De acuerdo a Canales, si en el caso de Jruschov y los dirigentes que le sucedieron (Brézhnev, Andrópov y Chernenko) no se puede decir que deliberadamente persiguieran la destrucción de la URSS, no hay dudas que Gorbachov y el grupo de dirigentes que lo acompañó tuvieron el doble objetivo de destruir el Estado Soviético e introducir una economía de libre mercado (y el autor sostiene que incluso eran ocultos anticomunistas; pero ya realizada la tarea destructiva, se asumieron cínicamente como tales).

En efecto, Canales refiere la siguiente opinión de Gorbachov sobre el comunismo, realizada después del colapso: “«El objetivo de toda mi vida fue la destrucción del comunismo, de la insoportable dictadura sobre las personas…»” (p. 243). Asimismo, también cita la siguiente reflexión de quien fuera uno de los principales asesores del Gorbachov, Alexander Yákovlev, el cual, orgulloso de la destrucción, afirmaba: “«“…El régimen totalitario soviético podía ser destruido sólo a través de la transparencia (glasnost) y la disciplina totalitaria del partido […] Y, para el éxito de la empresa, hubo que retroceder y, astutamente, disimular, Yo mismo soy un pecador: no solo usé la astucia una vez. Hablaba sobre la ‘renovación del socialismo’, pero muy bien sabía hacia donde marchaba la cosa»” (p. 237). Si bien esas opiniones no eran compartidas por todos los dirigentes de la URSS, sí lo eran de quienes tenían las principales cargos del gobierno, como son los casos de Gorbachov, Yákoulev, Yeltsin, Zhivkov, Shebarnadze y otros (p. 238).

Pero, además, Canales deja en claro, citando diferentes fuentes, que Gorbachov era partidario del capitalismo, la libre empresa y la propiedad privada y que tenía una sospechosa relación de amistad o cercanía con Reagan y Thatcher, ello a pesar de que eran declarados enemigos del Estado soviético y practicaban una política represiva contra comunistas, sindicatos y trabajadores organizados y una geopolítica imperialista que apoyaba los golpes de estado en América Latina y otros países.

LAS REFORMAS CAPITALISTAS

¿Qué reformas implementó Gorbachov para finalmente destruir la Unión Soviética? Describamos apretadamente algunas de las que menciona Canales. La primera fue la reforma prohibitiva a la producción y consumo de vodka y otras bebidas, que implicó un duro golpe a los ingresos estatales; después se autorizó la existencia de granjeros privados y la “actividad laboral individual”, lo cual supuso la introducción del comercio y relaciones de tipo capitalistas; además la Ley de Empresa Estatal autorizó que las empresas estatales pudieran convertir en dinero sus transacciones; se abolió el monopolio del Estado en el comercio exterior, autorizando a un conjunto de empresas y ministerios para que lo realicen; se permitió la gestión privada en la agricultura y las cooperativas privadas; además se hacen reformas al funcionamiento de bancos, empresas e instituciones de crédito (pp. 264-269).

Mijail Gorbachov y el presidente más fanático anticomunista: Ronald Reagan. Extrañas amistades. En una ceremonia en la Casa Blanca en 1987.

Estas nuevas reformas y otras medidas que venía operando desde la época de Jruschov a su vez desencadenaron graves procesos: aumento de precios de los productos de consumo popular; la especulación de bienes y la economía sombra o paralela de amplió; aumentó de las exportaciones al tiempo que apareció la carestía de bienes para el consumo interno (al liberarse el comercio exterior, las empresas preferían vender sus productos en el extranjero buscando deliberadamente la ganancia); el control de precios lo comienzan a realizar las empresas en amplios sectores de la economía mediante la lógica de la ganancia; aparecen empresas en el pleno sentido capitalista que operan buscando el plusvalor; surge la exaltación del consumismo occidental, la demonización del trabajo no asalariado y de los servicios públicos gratuitos (esto último, tal y como lo vemos, por la misma época, con la emergencia del neoliberalismo en Gran Bretaña y Estados Unidos con Thatcher y Reagan; gobiernos que también promoverán la desregulación de la economía, demonización de los servicios y empresas estales y flexibilización del trabajo).

A ese estado de cosas hay que sumar otros fenómenos políticos, sociales y culturales que agravaron más la situación: la explosión de Chernóbil y el hundimiento del buque Najímov en el que fallecen 423 tripulantes en 1986; la retirada unilateral de Afganistán en 1989 y otras concesiones gratuitas que Gorbachov otorgó a Estados Unidos; la caída del muro de Berlín  y la posterior reunificación de Alemania; huelgas y protestas masivas por las reformas económicas que los afectaban; la eliminación del artículo 6 de la Constitución de la URSS que establecía el papel rector del PCUS en la vida del Estado soviético (p. 279); la reactivación de movimientos nacionalistas y las declaraciones de soberanía de algunas repúblicas (Uzbekistán, Moldovia, Verania, Bielorrusia, etc.), entre otros fenómenos.

CORTOCIRCUITO Y COLAPSO

Importa destacar la imagen de conjunto: las reformas y medidas económicas realizadas por Jruschov y los líderes que lo sucedieron, y sobre todo las realizadas por Gorbachov, que tuvieron el deliberado fin de introducir el libre mercado, la empresa privada, el plusvalor y el trabajo asalariado, provocaron un cortocircuito al interior de la economía socialista: sólo era cuestión de tiempo para que estallara por la radical contradicción que suponía con una economía que se fundaba en otros principios, como era la socialista (resumidos al inicio de este escrito).

Cabe preguntar sobre un matiz, Gorbachov y su grupo ¿buscaba destruir el Estado soviético o sólo destruir el socialismo soviético? Es posible que Gorbachov no tuviera por objetivo destruir la URSS como Estado, sino sólo transformarlo en una sociedad capitalista (digamos que su objetivo era destruir al socialismo soviético); empero esa empresa estaba condenada al fracaso porque los cimientos del Estado Soviético descansaban, precisamente, en la economía socialista y al introducir los dispositivos del capital era como inyectar veneno en su sangre; es decir, la destrucción del fundamento socialista del Estado significó la destrucción de la URSS como Estado. La infraestructura económica que entró en desorganización por el virus del capital no tardó en manifestarse en el descontento popular, lo cual sumado al contexto político, nacional, cultural y geopolítico altamente explosivo por las pésimas decisiones de Gorbachov y su grupo, terminaron por llevar a lo que ya sabemos: el colapso de la URSS a fines de 1991.

EL MUNDO POSTSOVIÉTICO

Para festejar semejante escalada destructiva, en 1990 el mundo capitalista le concedió Gorbachov el Premio Nobel de Paz, mientras en los siguientes años se les aplicaba la doctrina del shock al Estado soviético y lo que iba quedando de él, se destruía el sistema socialista, se saqueaba la riqueza social producto del trabajo social de décadas y la población caí en la miseria, todo ello en una lógica similar a la “acumulación originaria” descrita por Marx en el capítulo XXIV de El Capital, sólo que aplicada paradójicamente y no sin crueldad al país que hizo posible el socialismo.

Pero Gorbachov estaba convencido que el mundo que saldría del colapso de la URSS sería un mundo mejor. En 1999 afirmaba que un “mundo sin comunismo luciría mejor [y] después del 2000, vendría una fase de paz y bienestar general” (p. 244). La historia lo ha desmentido, no una sino mil veces. El mundo postsoviético es en muchos sentidos peor.

Las invasiones, guerras y golpes de estado promovidos o comandados por Estados Unidos y/o sus aliados han continuado (Irak, Haití, Kosovo, Afganistán, Somalia, Libia, Uganda, Siria, Yemen, Ucrania, Palestina… y la lista sigue). No es casualidad que el mundo viva en una suerte de estado de guerra en potencia, lo cual se demuestra con las 800 bases militares que tiene Estados Unidos en todo el mundo (2020), según se puede apreciar en el siguiente mapa:

La plena instauración del neoliberalismo en parte fue una de las consecuencias de la caída de la URSS. Y ya sabemos lo que ha significado: saqueo de la riqueza social, crisis climática, precarización laboral, desregularización y flexibilización de derechos laborales, demonización de los sindicatos, polarización en la distribución de la riqueza, etc. Signo inequívoco de este estado calamitoso o de esa tragedia que se volvió comedia del mal gusto, es la reducción, patética, de Gorbachov a un anunciante de pizzas en 1998 (obviamente por la modesta cifra de un millón de dólares):

*Universidad Autónoma Metropolitana-C

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