Arturo Garrido: danza militante

Nadie puede hablar por nosotros, mejor que nosotros mismos”, Arturo Garrido

Por Humberto Robles / @H_Robles

Fue estremecedora la noticia de la muerte del reconocido bailarín y coreógrafo de origen ecuatoriano Arturo Garrido Puga, figura clave de la danza latinoamericana, quien fue maestro y fundador de las compañías “Barro Rojo”, “Andamio”, “Alternativa”, “Proyecto Coyote Danza Contemporánea” y de “La guarida del coyote”, un espacio cultural para danza, teatro y música que existe en San Luis Potosí.

Nacido en 1955, en Quito, Ecuador, Arturo Garrido estudió ballet y danza moderna en el Instituto Nacional de Danza. Se exilió en México debido a las amenazas y la persecución política durante la dictadura de la Junta Militar. Ya en México, fue alumno de Rodolfo Reyes, Luis Fandiño y Xavier Francis, y en su prolífica trayectoria montó más de 40 obras como “…Y Amanecerá”, “Altazor”, “Aztra”, “Historia de un Intruso”, “Perfume de Gardenias”, “Los Hombres del Alba”, “Rituales de un Encuentro Inesperado”, “Las Soledades de Susana San Juan” y “La consagración de la primavera”, entre muchas más. Asimismo publicó libros como “Hacia una danza de incesantes contrarios”, “Coyote del olvido” y el poemario “Dulcísimo Caín”.

Como docente, dio clases en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad Veracruzana, así como en escuelas de Francia, Venezuela, Alemania, Costa Rica, Colombia, El Salvador, Estados Unidos, y fue director de la Compañía Nacional de Danza de Ecuador. También fue jefe del Departamento de Danza de la Universidad Autónoma de Guerrero y asesor del Departamento de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Recibió varios premios, entre ellos el Nacional de la Danza INBAL-UAM, el de Bellas Artes de Coreografía, el Guillermina Bravo a la creación coreográfica y el reconocimiento Nacional 2001 de la Asociación de Coreógrafos de México, entre otros.

Garrido expresó que “La danza actual se ha alejado de su verdadero sentido tal como lo tenía en la década de los 80, cuando se hacia un trabajo mas cercano a la colectividad” y es que en aquella década, el coreógrafo centró las temáticas de sus obras en las problemáticas sociales del país y de Latinoamérica, dando un vuelco al tipo de danza que se venía realizando en aquel entonces, ya que él estaba convencido de que la danza debe responder a las necesidades de la sociedad.

Triste se queda la danza contemporánea, esa que en los años 80 del siglo pasado rompió protocolos y esquemas, que salió del teatro a la calle, la fábrica, la obra y que tenía una ideología social y política que definió su discurso, haciendo de su trabajo una herramienta de lucha social”, escribió en redes su colega Laura Diaz Ortiz Salgado.

Tuve la fortuna de coincidir con Arturo, durante la pandemia, cuando él y otros creadores de la república nos reunímos vía Zoom para los diálogos que sostuvimos con varios funcionarios de la cultura y las artes, esto a fin de sanear y transparentar las instituciones oficiales. Nos unían tres principios elementales: la descentralización, la democratización y el combate a la corrupción que presuntamente se ha dado entre funcionarios, jurados y eternos becarios del sistema de estímulos a la creación. Y no es de extrañar, ya que Garrido fue un gran luchador antisistema, crítico e inconforme, de principios radicales, que además combatió los prejuicios dentro del medio de la danza.

Juan Hernández escribió sobre el bailarín, a quien llamó el pensador incómodo: “Nos recordó que el arte es político por el hecho ‘simple’ de tratar lo humano; nos hizo pensar en la estética como una trampa si se asumía sin consciencia; nos legó ese movimiento de brazos en espiral hacia el cielo para recordarnos la relación con lo divino; le recriminó a los artistas su compromiso con la historia; precisó que el cuerpo es político y que ser constructo del arte coreográfico también lo era.

Durante una entrevista de 2015 en La Jornada, Garrido expresó que: “La gran producción dancística de México se sostiene en el esfuerzo de los creadores, en un esfuerzo independiente y muy difícil, frente a una estrechez de recursos. Estamos ante la falta de comprensión sobre los procesos y los requerimientos del movimiento artístico. En muchos aspectos hay un divorcio entre los procesos y la dirección de las políticas culturales”.

Para el amante de Terpsícore, como él mismo se definió alguna vez, era vital que no se implementaran modelos de otras latitudes, sino crear uno particular. Consideraba que se podía aprender de experiencias ajenas, pero el modelo de desarrollo cultural debía ser propio y producto de un diálogo abierto. Es por ello que participó activamente en aquellos encuentros virtuales que se llevaron a cabo con los funcionarios de las instituciones culturales.

La moral y ética dancística tienen que disponerse al movimiento, aunque esto signifique muchas veces ubicarse de manera contraria a lo socialmente establecido“, expresó Garrido en su libro “Hacia una danza de incesantes contrarios”.

A Arturo le sobreviven su compañera Alejandra Mendoza Araiza y sus hijos. Al mundo le hereda una larga trayectoria que tuvo profundo impacto en muchos países y la óptica de una danza que yo llamaría “útil” -en el sentido brechtiano-, una creación con perspectiva social, con congruencia y el compromiso de un corazón abajo y a la izquierda.

Sus opiniones claras y precisas dejaron huella en todos aquellos quienes estuvimos, de una u otra forma, cerca de un maestro y luchador ejemplar, a quien admiraremos y recordaremos siempre. Y qué mejor cierre que las propias palabras de Arturo Garrido, las cuales definen diáfanamente su pensamiento y su sentir:

“… Y AMANECERÁ”

Este mundo es diverso y es cambiante, sin embargo, en medio de lo múltiple, hay algo maravilloso que persiste y también algo sucio y deleznable; Signos que se repiten a través de una muchedumbre que atraviesa los espacios y los tiempos.

Y así yo un nadie lo entreveo:

Están los oportunistas, los hipócritas, los mentirosos, los que acumulan ganancias, los mezquinos, los que ganan prebendas, los que se eternizan en el poder, los que se encumbran, los que venden y compran conciencias, los que ofrecen novedades y cuentas de vidrio, los que engañan, los que se visten de ovejas, los que traicionan, los podridos, los que pisotean al otro, los que siempre están arriba, los que siempre ganan, los farsantes, los lambiscones, aduladores, expertos lameculos, los que defienden con ferocidad sus privilegios.

Y están los invisibles, los proscritos, los que siempre luchan, los que insisten, los que sueñan, los generosos, los que nada tienen, los que dan, los que se entregan, los que piensan que el cambio es posible, los que no olvidan, los que comparten el pan, los que se conduelen, los que hacen posible y vivible esta vida, los vencidos, los que siempre se levantan, los que no cesan, los que tocan puertas que no se abran y aun así nunca se derrotan, los que saben que por oscura que sea la noche, el amanecer siempre llega”.

Se permite su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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Director de Somoselmedio, investigador, periodista y documentalista en migración centroamericana en la frontera sur de México, los desaparecidos, la defensa de los territorios y la protesta social.

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